El mar Mediterráneo se está tropicalizando, alertan numerosos expertos. La temperatura del agua en nuestras costas ha subido al menos un grado y medio y no deja de batir récords cada año. Los gobiernos mundiales dan tímidos pasos para aprobar estrategias que frenen el cambio climático y el calentamiento global, pero en un contexto capitalista en el que prima el crecimiento ilimitado, a menudo la lucha por la protección de los océanos y por la preservación de la vida marina termina recayendo en la sociedad civil.
Así es como recientemente han surgido numerosas iniciativas ciudadanas en el campo del medio ambiente, como la de la barcelonesa Olivia Mandle. Jovencísima activista por los derechos de los animales marinos, Mandle se dio a conocer públicamente en 2021, cuando sólo tenía catorce años, al poner en marcha la campaña #noesPaisparaDelfines, una recogida de firmas para prohibir la cría y compra de delfines y acabar con los delfinarios en el Estado. La acción ya tiene, hoy por hoy, más de 150.000 firmas recogidas, que por ahora sólo han servido para que los tres últimos delfines del zoológico de Barcelona fueran trasladados a otro zoo en Atenas.
Esto no la ha desanimado, y se ha dedicado a poner en marcha nuevas campañas y a crear y desarrollar la Jelly Cleaner, una herramienta que ha ideado ella con material reciclado para limpiar el mar de plásticos. Cada año organiza, en las playas de la Barceloneta y Calella de Palafrugell, una recogida de residuos con su invento. En la última, los participantes recopilaron conjuntamente setecientos kilos de basura en sólo una hora.
En 2020, Olivia fue reconocida como “mini heroína” por el prestigioso Instituto Jane Goodall. En su libro Sí, es cosa tuya remarca la idea de que preservar el planeta es cosa de todos y plantea propuestas para reforzar nuestro compromiso individual y que cada uno de nosotros pueda formar parte de un cambio real. Su último y ambicioso proyecto SUA (Save Us All) pretende crear un santuario marino en el Mediterráneo.