Cada 20 de noviembre se celebra el Día Universal de los Derechos de la Infancia, que conmemora la aprobación de la Convención de los Derechos de la Infancia, un documento que recoge las condiciones inexcusables que todos los niños y niñas deberían tener. Pero, desdichadamente, esta fecha se convierte en un momento para evidenciar precisamente que los derechos de la infancia son sistemáticamente vulnerados en todo el planeta: 1 de cada 6 niños y niñas vive en situación de pobreza extrema y 300 millones de niños y niñas de entre 5 y 17 años no van a la escuela, según Unicef.
En este contexto, uno de los achaques más terribles que sufre la infancia en todo el mundo son las violencias sexuales. La propia agencia de Naciones Unidas estima que 1 de cada 10 niñas es víctima de agresiones sexuales. Por suerte, en todo el mundo han surgido iniciativas desde la propia infancia para combatir la violencia sexual y exigir el cumplimiento de los derechos de los niños y niñas. Éste es el caso del joven Abraham M. Keita. Nacido en uno de los barrios más pobres de Monrovia, la capital de Liberia, en plena guerra civil, cuando tenía solo 7 años participó en su primera protesta pacífica, impactado por el caso de una joven de 13 años violada y asesinada. Entonces, a pesar de su corta edad, sintió que debía hacer algo ante la creciente violencia que sufrían los niños y niñas en su país y canalizó su hambre de justicia promoviendo numerosas marchas pacíficas y proclamas a través de un programa radiofónico para rechazar las agresiones sexuales contra los niños y niñas y en defensa de derechos como la gratuidad de la educación primaria.
A los 12 años, las reivindicaciones cívicas que impulsó le situaron en el centro de la opinión pública al conseguir que la presidenta de Liberia pidiera disculpas públicamente por la muerte de un niño tiroteado por las tropas gubernamentales durante una protesta pacífica. Su popularidad se disparó a nivel internacional cuando tres años más tarde organizó una marcha para pedir el procesamiento de un diputado del parlamento que violó a una menor de edad.
Su lucha no ha sido fácil y le ha supuesto amenazas de muerte e intentos de detención, pero también reconocimientos públicos en todo el mundo. A raíz de su primera marcha fue invitado a unirse al Parlamento de la infancia de Liberia y, debido a su persistente activismo, en el 2012, el país se convirtió en una de las primeras naciones africanas en aprobar una legislación integral para proteger los derechos de los niños y niñas. En 2015, fue galardonado con el Premio Internacional de la Paz de la Infancia. Sigue desarrollando su activismo como embajador de paz en la Unión Europea del programa One Young World, trabajando con miles de jóvenes de todo el mundo. Keita resumió su lucha así: “Ningún tipo de violencia contra los niños es justificable y siempre se puede prevenir”.