Hay activistas que nacen con el fuego de la justicia social y otros a los cuales las circunstancias los empujan a convertirse, muy a su pesar, en abanderados de una causa. Ruby Bridges pertenece a este último grupo. Cuando solo tenía seis años se convirtió en la primera niña afroamericana en asistir a una escuela de primaria blanca del sur de los Estados Unidos, desafiando así el racista sistema de segregación racial que imperaba en esta zona del país norteamericano.
Ruby nació en 1954 en Tylertown, Misisipi. Cuando tenía solo cuatro años, se mudó con sus padres a Nueva Orleans en busca de una vida mejor y una educación digna, pero lo que la familia encontró fue el mismo racismo institucional que había en el lugar de donde provenían. A pesar de que tras un reciente dictamen de las Cortes Supremas las escuelas de Luisiana estaban obligadas a no segregar por razón de raza, a la práctica el sistema promovía la discriminación racial. Las escuelas blancas preparaban exámenes de admisión más complicados para los alumnos negros que querían acceder a éstas, y a sus seis años, Bridges fue la única alumna negra que aprobó el examen para asistir en la escuela William Frantz.
La dantesca escena de la entrada de la niña en la escuela el 16 de noviembre de 1960, escoltada por dos agentes de policía andando delante y dos siguiéndola detrás para protegerla de la multitud de manifestantes racistas que afuera gritaban y lanzaban objetos fue inmortalizada en una conocida pintura de Norman Rockwell que, muchos años después, Barack Obama colgó en uno de los despachos de la Casa Blanca. No sin dificultades y a expensas de sufrir una dura experiencia a lo largo de todos estos años, Ruby consiguió acabar los estudios de primaria. En 1999 creó la Fundación Ruby Bridges para promover los valores de la tolerancia y el respeto y, dos años más tarde, recibió una medalla de manos del presidente de los Estados Unidos Bill Clinton.