COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Gisela Riberas Bargalló
Directora del Grado de Educación Social en la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL
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| Ficha de experta
17.10.22
Cuando queremos ayudar a una persona, apoyarle, acompañarla..., ¿pensamos que ésta se siente ayudada? Podríamos pensar que sí, pero en muchas ocasiones las intenciones y la buena voluntad no son suficientes. Y, es más, en algunas situaciones pueden causar un efecto contrario al deseado.
Pongamos un ejemplo. Sonia tiene 23 años y nos pide ayuda porque no sabe qué hacer con su pareja. Hace un par de años que la relación es mala y viven repetidas situaciones de violencia verbal, celos y desprecio. Ella pide consejo a las amigas, en ocasiones, a los padres y otras a profesionales que le pueden ser cercanos. Está enamorada, aunque reconoce que no es feliz en muchos momentos y que no sabe cómo actuar para estar mejor consigo misma.
Parece, aparentemente, una situación normal y muy frecuente entre los jóvenes; las primeras relaciones no siempre son fáciles y respetuosas. Hay que entender que no existen recetas mágicas que solucionen todos los problemas porque cada persona es un mundo y tiene una forma de ser diferente, su personalidad y su carácter.
Cabe que tener presente, pues, tres aspectos fundamentales. Las características de la persona que pide ayuda, su contexto y la persona que proporciona el soporte:
En la relación no ayudamos si:
Así pues, ¿qué debemos hacer? Ante todo, es necesaria una disposición, un momento oportuno, un lugar, un tiempo y una actitud de escucha para:
En definitiva, acompañar es estar al lado del otro en un determinado momento vital y darle el apoyo que le permita ayudarse a sí mismo.
Esto conlleva adoptar una actitud adecuada que permita respetar el tiempo, el ritmo, el momento en el que se encuentra el otro para que encuentre recursos propios para hacer frente a sus conflictos y para que encuentre su propia solución.
En este sentido, la relación de ayuda pone en el centro a la persona y su mochila personal, entendiendo su contexto y proporcionando una escucha activa, empática, emocional y respetuosa para que la persona adquiera seguridad personal y madurez emocional.
Recordemos que su decisión, quizás no sería la nuestra, pero es necesario que, con sus potencialidades y forma de ser, encuentre su respuesta.
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