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Cómo saber si los y las profesionales de la acción social somos digitalmente competentes

Cómo saber si los y las profesionales de la acción social somos digitalmente competentes

David Domínguez i Arús
Docente de la Fundación Pere Tarrés. Licenciado en Comunicación Audiovisual, Filosofía e Historia
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07.04.22

Vivimos en un mundo que inexorablemente es digital, un entorno donde la tecnología interconecta cada vez más a las personas y que también interconecta objetos con personas y objetos con objetos. A pesar de los recelos y prevenciones que toda innovación comporta, ha llegado el momento en que debemos plantearnos si personal e institucionalmente tenemos los conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para desarrollar intervenciones sociales de calidad en este nuevo mundo o si nos quedaremos excluidos.

Ser competentes en un mundo digitalizado significa que debemos ser capaces de aprovechar las oportunidades que estas tecnologías y la interconectividad que se deriva nos ofrecen. Aprovecharlas para mejorar nuestras prácticas, nuestras intervenciones y nuestro desarrollo profesional, pero, sobre todo, para que esta mejora llegue a todas las personas evitando que desemboque en una nueva forma de exclusión de los más desfavorecidos.

El desarrollo de las competencias digitales que a continuación expondremos debe basarse en un buen análisis de la realidad de cada persona o institución. Un análisis que permita identificar las necesidades propias y de los usuarios para diseñar un plan de actuación e implementación que, finalmente, deberá ser evaluado para ver su eficacia y posibles mejoras.

Identificamos cinco grandes ámbitos competenciales:

  1. Diseño, planificación e implementación.

  2. Organización y gestión de espacios y recursos.

  3. Comunicación y colaboración.

  4. Ética y civismo digital.

  5. Desarrollo profesional.

La competencia que hemos llamado del Diseño, planificación e implementación hace referencia a nuestra capacidad de seleccionar, utilizar y evaluar aquellas tecnologías digitales que nos ayuden a definir y ejecutar procesos de intervención. Lo que buscamos es optimizar la planificación y organización dinámica de las experiencias, las actividades y los recursos previstos con el objetivo de garantizar su éxito y facilitar la colaboración y la difusión entre la comunidad.

Un ejemplo práctico de desarrollo de esta competencia sería utilizar las tecnologías digitales para atender a la diversidad de usuarios y usuarias de un servicio o para realizar un seguimiento y una evaluación más individualizada.

La segunda competencia hace referencia a la Organización y gestión de espacios y recursos de forma responsable y sostenible. Se trata de mejorar las condiciones de acceso, uso y trabajo tanto a nivel de gestión como, por ejemplo, a nivel didáctico (en el caso de una institución con perfil educativo).

Esto significa, por ejemplo, que debemos ser capaces de dar a conocer las normas de uso de los recursos, las infraestructuras y espacios de que disponemos y de velar por su buen uso. También comporta implicarse a nivel de organización con proyectos transversales relacionados con las tecnologías digitales.

Si nos centramos ahora en la tercera competencia, Comunicación y colaboración, veremos que hace referencia a la capacidad de comunicarse, colaborar, crear y compartir contenidos para crear conocimiento y no sólo transmitirlo.

 Contribuyen a la creación de conocimiento los y las profesionales que participan de las redes en entornos digitales a través de las cuales dan a conocer sus proyectos y acciones y al mismo tiempo se abren al conocimiento de los proyectos e intervenciones ajenas o, incluso, desarrollan proyectos e intervenciones colectivas.

Resulta fundamental la competencia que hace referencia a la Ética y el civismo digital. Debemos conocer y asumir las implicaciones que se derivan del uso de las tecnologías digitales en el ámbito social en cuanto a cuestiones relacionadas con la legalidad, la seguridad y la identidad digital. Debemos velar no sólo porque la organización y sus miembros hagan un uso responsable y ético de estas tecnologías, sino que también lo hagan los usuarios y usuarias de nuestros servicios.

Así pues, tomando como ejemplo un esparcimiento de niños, adolescentes y jóvenes o un centro cívico que desarrolla acciones formativas para una determinada comunidad vecinal, habría que velar por la protección del derecho fundamental a la intimidad y a la propia imagen, por un uso responsable, seguro y saludable de los recursos, por el respeto a la propiedad intelectual, por la inclusión digital de toda la población o por la construcción de una adecuada identidad digital.

Por último, la quinta y última competencia que hemos propuesto afecta al Desarrollo profesional y hace referencia a la práctica reflexiva que todos los que trabajamos en el ámbito social debemos tener sobre nuestra propia actividad y sobre los retos que nos plantea el mundo actual. No cabe duda de que el desarrollo profesional comporta configurar una correcta identidad digital y aportar y divulgar recursos del ámbito de intervención correspondiente.

Estamos hablando pues de incorporación de innovaciones materiales y metodológicas, de participación en investigaciones -por ejemplo- formativas, de la creación de contenidos y recursos en formato digital, de la participación en comunidades virtuales y, evidentemente de la formación permanente en ámbito digital.

Así pues, éstas son las cinco competencias de proponemos para detectar las necesidades personales, de los usuarios/as o de la institución en la que participamos. Es necesario que se trate de una detección basada en evidencias, es decir, de producciones o actuaciones que muestren lo que sabemos o podemos hacer ante una situación o contexto determinado; no se trata en ningún caso de una detección de necesidades teóricas que poco aportarían al plan de actuación posterior para un desarrollo competencial real.

Vemos un caso real y práctico que desde la Universidad Rovira i Virgili ha concretado esta propuesta para la evaluación y mejora de la Competencia Digital Docente (CDD) del profesorado: el proyecto COMDID.(1) que podría ser perfectamente aplicable a cualquier otro ámbito de intervención social.

La propuesta se centra en la evaluación de las competencias digitales de los profesionales de la educación para valorar si son capaces de utilizar la tecnología digital para mejorar y transformar las prácticas en el aula y enriquecer su propia identidad profesional. Para llevar a cabo este objetivo, diseñaron una rúbrica para la evaluación de la CDD en forma de cuestionario digital autocorregible identificando evidencias concretas para cada una de las competencias que hemos explicado anteriormente y estableciendo cuatro niveles competenciales. Los resultados de este cuestionario autocorregible permitieron identificar el nivel de CDD de cada profesional, establecer mecanismos de ayuda y apoyo en el mismo centro, identificar perfiles que pueden asumir determinados encargos y responsabilidades dentro del centro y diseñar un plan formativo para el profesorado que tuvo repercusiones directas en la práctica en el aula.

Éste es el modelo que proponemos para la mejora de las competencias digitales en el ámbito de la acción social. Un modelo que establece cinco ámbitos de desarrollo competencial a analizar para poder establecer objetivos de mejora y planes de actuación y formación. 

En el área de cursos de competencias transversales y directivas de Formación, Consultoría y Estudios encontrarás propuestas muy interesantes para desarrollar tu competencia digital. Consulta nuestra web: Cursos ocio, tiempo libre, acción social, gestión-Pere Tarrés (peretarres.org)

(1) Sánchez-Caballé, A. Lárazo-Cantabrana, JL & Gisbert-Cervera, M. (2018) COMDID: una eina per a l’autoavaluació per a la millora del desenvolupament professional. CIEDO 2018. Barcelona, Espanya

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