COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Marta Fullola Isern
Consultora técnica
06.03.22
Seguramente, si pedimos a un grupo de personas que mencionen a 5 científicas conocidas de inmediato saldrá el nombre de Marie Curie, pero a partir de ahí el reto empezará a ser más complicado. Es evidente que existe una falta de reconocimiento de las aportaciones que han hecho las mujeres al conocimiento, pero es especialmente alarmante en el ámbito STEM, es decir, en las ciencias, las tecnologías, las ingenierías y las matemáticas. La falta de referentes femeninos en este ámbito es una de las múltiples causas por las que la presencia de mujeres es muy escasa en el sector TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación).
Pero hagamos un breve repaso a la historia de la relación entre las mujeres y las TIC, ¿ha sido siempre así de alejada? Pues no, de hecho, la primera programadora de la historia fue la británica Ada Lovelace (1815-1852), reconocida por ser la primera persona que creó un algoritmo destinado a ser procesado por una máquina. A mediados de los años 60 del pasado siglo, con la llegada de los ordenadores, las mujeres ocupaban casi la mitad de las posiciones en la creación de software, es decir, se dedicaban principalmente a programar. Al ser un sector nuevo todos los hombres se centraban en la parte del hardware, es decir, en la construcción de los ordenadores, considerada de mayor prestigio y a la que iba a parar gran parte de la financiación.
Esta situación cambió a mediados de los años 80 cuando el software empezaba a ser cada vez más importante y, por tanto, los puestos de poder fueron ocupados por hombres. También influyó la entrada del ordenador personal en el mercado y su marketing dirigido principalmente a chicos. Así, se empezaron a crear una serie de estereotipos que siguen muy presentes hoy en día y según los cuales la informática y la tecnología eran ámbitos para los cuales los hombres estaban naturalmente dotados. Según datos de un estudio realizado en 2017, en España en 1985 el 30% de las matrículas en la licenciatura de informática eran de mujeres, mientras que actualmente son sólo el 12%.
Aparte de estos estereotipos de género impregnados en el campo de las STEM, también encontramos otros factores clave que perpetúan la ínfima presencia de mujeres en este mundo. Según el Libro Blanco de las mujeres en el ámbito tecnológico, uno de estos factores es la educación, tanto formal como informal, puesto que en la infancia es cuando se configuran las preferencias y los intereses. Por eso hay que cuidar mucho las representaciones que existen en los materiales pedagógicos sobre el género en las profesiones y también aportar referentes de mujeres científicas en los que se puedan reflejar las jóvenes.
En este sentido, encontramos diversas iniciativas que están encaminadas a la divulgación y sensibilización sobre la importancia de la mujer en la ciencia, como por ejemplo el proyecto #100tíficas. Ésta es una iniciativa de la Fundación Catalana para la Investigación y la Innovación (FCRI) y el Barcelona Institute of Science and Technology (BIST) que tiene por objetivo destacar el papel relevante que han tenido las mujeres en la ciencia y la tecnología a partir de charlas en las escuelas.
Por otra parte, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) ha creado la campaña #NoMoreMatildas que pretende denunciar el llamado efecto Matilda que pone de manifiesto la negación de las aportaciones de las mujeres a la ciencia dando su autoría a los hombres. Por eso, #NoMoreMatildas ha elaborado una serie de anexos para los libros de texto de primaria donde se presentan diversas científicas olvidadas por la historia de la ciencia y que pueden servir de referentes a las chicas de hoy en día.
La carencia de mujeres en el sector STEM es especialmente preocupante porque vivimos en un mundo en el que el desarrollo tecnológico es clave para todos los ámbitos de la vida y esto no hará más que aumentar en los próximos años. Si las mujeres no formamos parte de este sector, la brecha digital de género se ensanchará y deberemos adaptarnos una vez más a un mundo diseñado por y para los hombres.
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