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La perspectiva interseccional en las entidades para combatir las discriminaciones de las personas con discapacidad

La perspectiva interseccional en las entidades para combatir las discriminaciones de las personas con discapacidad

07.03.23

Hace ya bastantes años que desde el tercer sector y las entidades sociales se ha tomado conciencia de la necesidad de tomar medidas para evitar situaciones discriminatorias en nuestros espacios y actividades. La reserva de puestos de trabajo para personas con discapacidad y la desaparición de las barreras arquitectónicas en los locales y espacios donde se realizan las actividades de las entidades son algunas de las medidas dirigidas a garantizar la participación real y efectiva, que ya no sorprenden a nadie. Del mismo modo, se ha iniciado una dinámica consistente en elaborar documentos para prevenir y actuar ante situaciones de discriminación y violencias sexuales, por ejemplo, que dotan a las entidades de herramientas para abordar estas situaciones y muestran un posicionamiento en pro de la igualdad.

Sin embargo, se trata de dos ejes que rara vez se cruzan en las planificaciones de las organizaciones internas y en las actividades de las entidades. En este sentido, es importante recordar la teoría de la interseccionalidad, que nos muestra cómo dos situaciones potencialmente vulnerabilizadoras se pueden sumar dando lugar a situaciones de mayor complejidad. Esta teoría nos explica que, por ejemplo, ser mujer puede suponer una situación de desventaja en la sociedad, pero ser mujer y negra lo es aún más, y ser mujer negra y con pocos recursos lo complica aún más. En resumen, lo que viene a decir la teoría de la interseccionalidad es que todos los tipos de injusticia están interconectados, interaccionan. Esto no solo significa que deben tenerse presentes todos los motivos de discriminación paralelamente, sino también que no se puede actuar en la lucha contra un tipo de discriminación concreta desde una posición de poder o abuso respecto a otra. Es decir, no se puede luchar contra el machismo desde posiciones clasistas, ni trabajar por la inclusión de las personas con discapacidad desde el racismo.

Evidentemente, el tercer sector, desde su posición de agente de cambio social, debe velar por garantizar los derechos de todas las personas eliminando cualquier barrera que puedan generar los fenómenos de opresión, dominación y discriminación. Por tanto, haremos bien en plantearnos qué acceso y participación estamos procurando a nuestras entidades para aquellas personas con discapacidad, especialmente, las que podrían ser susceptibles de mayor vulnerabilidad por cuestión de sexo o género.

A continuación, detallamos algunas propuestas y reflexiones que pueden facilitar que nuestras entidades sean más inclusivas y accesibles para las personas con discapacidad a la vez que velan por una igualdad real y efectiva.

  • Toma de conciencia y establecimiento de medidas de prevención de situaciones de violencia con las personas que trabajan o son voluntarias en las entidades y también con las personas usuarias.
  • Luchar contra los estereotipos sexistas y de discriminación hacia la discapacidad. Diseñar elementos publicitarios en los que aparecen personas con discapacidad que tienen una imagen más cercana a los estándares de belleza nos aleja del objetivo de normalizar la imagen de la discapacidad. No debemos tener miedo a mostrarnos tal y como somos.
  • Asegurar que la información y comunicación de la entidad sea accesible para garantizar el acceso de las personas con discapacidad a los servicios/recursos que ofrecen las entidades, así como su concurso en pruebas de selección, ofertas de trabajo, captación de voluntariado, etc.
  • Incorporar una mirada de equidad y no discriminación en las intervenciones e investigaciones realizadas por las personas técnicas de las entidades.
  • En los protocolos de abordaje de las violencias sexuales y contra la discriminación, tener en cuenta la discapacidad tanto en las medidas de prevención como en los procesos de denuncia. Por ejemplo, deberá tenerse en cuenta la posibilidad de que la víctima tenga dificultades de lenguaje o discapacidad sensorial.

Éstas son solo unas pocas medidas de las muchas que se podrían llevar a cabo, pero son un buen punto de partida para empezar un camino largo y que transcurre a contracorriente de algunas dinámicas perversas de nuestra sociedad.

 

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