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Jugar es crecer: 7 ideas clave

Jugar es crecer: 7 ideas clave

Dra. Isabel Torras
Profesora de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL
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04.10.21

¿Has visto qué concentrado está un niño o una niña de 4 o 5 años cuando juega? Está completamente enfocado en el juego y parece aislado de todo lo que le rodea, como si estuviera dentro de una burbuja atemporal. Está en el juego y en ningún otro sitio. Si lo observamos con detenimiento, podemos ver que no está haciendo una actividad cualquiera, sino que a través del juego está creciendo. 

El juego es una actividad universal: los niños y las niñas de todo el mundo juegan. No importa donde vivan, ni la situación en la que estén. El juego es una conducta innata en los niños y las niñas y debería de ser su prioridad en su día a día. Jugando, experimentan con los objetos, descubren las capacidades del propio cuerpo, practican habilidades sociales, descubren cómo funciona el mundo y muchas otras cosas.

En un mundo tan acelerado como el actual, a menudo los adultos imponemos nuestros ritmos imposibles a los niños y a las niñas. Los niños y las niñas tienen que hacer a veces jornadas largas con horarios muy apretados: escuela, extraescolares, deberes... es importante que los adultos nos relajemos y, especialmente en las primeras edades, le demos prioridad al juego.

Desde la visión adulta, parece que el tiempo se tenga que llenar siempre con actividades productivas y que jugar sin ninguna finalidad ni objetivo claro sea una pérdida de tiempo. Esta es una idea completamente equivocada y os daré 7 motivos de por qué los padres, las madres, pero también los profesionales del mundo de la educación y del tiempo libre se tienen que asegurar de que los niños y las niñas tengan tiempo y lugares para jugar libremente:

1 - Es una fuente de felicidad y gozo. Como dice el pedagogo y dibujante Francesco Tonucci, El juego libre es placer y no soporta vigilancia ni acompañamiento. Debe haber ratos en que el niño o la niña juegue sin supervisión ni intervención de los adultos. Jugar por el placer de jugar.

2 - Ayuda a ir entendiendo el mundo de los adultos. El mismo Tonucci explica que Para un niño, jugar es la posibilidad de recortar un trozo de mundo y manipularlo a su aire. Jugando, a menudo imita a los adultos: haciendo de maestro, de bombero, o jugando a comprar y vender, por ejemplo, reproduce situaciones vividas, las lleva a su terreno infantil y las elabora para ir comprendiéndolas.

3 - Estimula el desarrollo cognitivo: Se dice que Un buen juguete es aquel que, sin ser nada en concreto, lo puede ser todo; y seguramente nos viene rápido a la cabeza la clásica imagen de un niño o una niña que recibe un regalo y en lugar de jugar con el juguete que hay dentro, lo hace con la caja. Jugando desarrollamos muchas capacidades cognitivas de una manera natural: la creatividad, la imaginación, la curiosidad, la psicomotricidad o el simbolismo. En la mente de un niño o de una niña los objetos se pueden transformar en otros y por eso los mejores juguetes son aquellos que promueven el juego abierto. A menudo no hacen falta juguetes comprados en una tienda, sino que los niños y las niñas, especialmente los más pequeños, disfrutan con los objetos que encuentran y juegan con cazuelas, cajas de cartón, pinzas de tender la ropa, palos, hojas, conchas o piedras.

4 - Es una gran fuente de aprendizaje: Al psicólogo infantil Jean Piaget se le atribuye la frase: el niño o la niña no juega para aprender, pero aprende porque juega. Nos viene a decir que el niño o la niña vive jugando y mediante esta actividad lúdica va experimentando, explorando el entorno, interaccionando con los objetos y adquiriendo conocimientos.

5 - Promueve la expresión y la canalización de los afectos y las emociones. En el espacio del juego libre, todo es posible y todo está permitido. El niño o la niña es quien dirige el juego y, por lo tanto, puede dirigirlo hacia donde él quiera. Jugar le ayuda a gestionar las emociones, por ejemplo, recuerdo un niño a quien el maestro había reñido en la escuela y que, al llegar a casa, reprodujo la situación vivida, pero ahora haciendo él de maestro y riñendo a sus muñecos. También es, por lo tanto, una manera de descargar tensiones y malestares. Los profesionales de la psicología y de la educación podemos aprender mucho de lo que le pasa a un niño o a una niña observando su juego espontáneo.

6 - Contribuye a desarrollar las habilidades sociales: cuando los niños y las niñas juegan con otros niños y niñas sin supervisión adulta, se han de poner de acuerdo, han de respetarse para que el juego fluya, se han de poner en el lugar del otro, dialogar, etc. El juego libre en grupo favorece claramente la adquisición de habilidades comunicativas y sociales.

7 - Y, en último lugar, podemos decir que favorece la autonomía, ya que contribuye a saber gestionar los espacios de libertad. Jugando, el niño o la niña organiza su tiempo, sus pensamientos, sus acciones. De forma inconsciente, se ve capaz, percibe que puede hacer cosas por sí mismo, por su cuenta, que tiene capacidades y recursos personales.... Todos estos aspectos favorecen no sólo su autonomía, sino también y de manera evidente, su autoestima.

La tarea de los educadores y las educadoras, de los padres y las madres cuando un niño o una niña está jugando tranquilo y feliz, es justo la de no interferir: no digamos nada, observemos en silencio y descubriremos la magia del juego.

Respetemos esta burbuja lúdica en la que está el niño o la niña cuando juega y evitemos romperla. Los adultos ponemos demasiados ojos y demasiadas palabras encima de los niños y las niñas. Limitamos y dirigimos su juego en exceso. Si somos conscientes de los beneficios del juego libre nos será mucho más fácil respetarlo y poner las condiciones para promoverlo: Nuestros niños y nuestras niñas nos lo agradecerán y toda la sociedad saldrá ganando.