COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Marina López Martin
Consultora de CiE
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06.05.24
En un mundo muy cambiante, la formación continua es una exigencia para las entidades. Por ello, constantemente nos vemos obligadas a formarnos y revisar si contamos con los conocimientos y habilidades necesarios para dar respuesta a nuestro día a día. Puede que lo que fue pertinente hace unos años ahora ya no lo sea. Antes, las formaciones estaban centradas en los objetivos propuestos por la entidad o la organización de una forma generalista; en cambio, ahora, las formaciones están más centradas en aprendizajes y competencias muy específicas que tienen que ver con el uso de nuevas tecnologías, la necesidad de evaluar nuestros proyectos o las habilidades sociales necesarias para desarrollar nuestro trabajo.
En este sentido, entendemos como competencia aquel conocimiento que se adquiere o se amplía después de una formación. Las personas buscan qué formaciones les ayudarán a ser más hábiles en su trabajo, por eso, es importante que las entidades conozcan e investiguen qué competencias se pueden adquirir a través de sus formaciones para motivar a las personas y que puedan ver cuáles son los resultados de sus esfuerzos.
Para configurar una competencia no sólo se debe realizar una investigación sobre a qué personas se dirigen las formaciones, también se debe realizar un diagnóstico que nos permita conceptualizar cuáles son las necesidades de las personas que forman parte de nuestras entidades. Para poder hacerlo, es necesario realizar una búsqueda bibliográfica de las necesidades del colectivo al que se dirige la formación. Por ejemplo, si desde la entidad se realizan formaciones hacia personas cuidadoras profesionales, se recomienda buscar artículos sobre sus necesidades y demandas formativas. También se puede investigar qué formaciones se están realizando hacia personas cuidadoras para saber qué necesidades se están cubriendo y cuáles no.
Crear el diagnóstico nos permitirá identificar necesidades formativas, y a continuación se podrá empezar con la redacción de las competencias. Generalmente, empieza con un verbo que indica la acción, y después del verbo debe indicarse el contenido que se aplica a la acción. Si volvemos al ejemplo de las personas cuidadoras, una competencia podría ser la siguiente: Realizar (verbo/acción) movilizaciones (contenido que se aplica a la acción).
Al finalizar el listado de competencias, debe repartirse entre las diferentes formaciones que se ofrecen. Seguramente habrá competencias que no pueden ir a ninguna formación que se ha planteado, pero no sufráis, tener este listado de competencias os puede ayudar a identificar y crear nuevas formaciones que no teníais previstas.
Para poder evaluar si se ha adquirido la competencia, es necesario conocer las distintas formas de aprender. Para ello, es importante diferenciar entre el conocimiento y la práctica sobre la competencia. Por ejemplo, si hablamos de la competencia “Llevar a cabo movilizaciones”, debe evaluarse el conocimiento que tenemos sobre cómo mover a la persona y la experiencia práctica que se tiene a la hora de mover a una persona.
Todo esto no tiene ningún sentido si no pensamos cómo podemos asegurar que estos conocimientos y prácticas se saben llevar a cabo, de forma correcta, en un contexto real. La forma más común es a través de un examen o una prueba, pero es importante recalcar que debe ser capaz de comparar la diferencia entre los conocimientos previos que se tenían y la mejora obtenida a través de su proceso de adquisición. Para ello, la mejor opción es a través de una evaluación antes y después de la formación, lo que se conoce como procedimiento pre/post. Además, es necesario que la persona que adquiere los conocimientos y habilidades pueda visibilizar su nivel competencial antes y después de la formación, para observar en qué aspectos ha mejorado y en cuáles no ha hecho ningún cambio. Hay varias herramientas que pueden ayudar a realizar esta autoevaluación pre/post:
Para poder poner en práctica la evaluación del proyecto se recomienda que la herramienta de evaluación sea un requisito obligatorio, ya que, de lo contrario, corremos el riesgo de que la formación sea considerada una actividad secundaria, restándole el valor que realmente debe tener. La información de la herramienta debe ser muy sistematizada y de fácil legibilidad, así conseguiremos que las respuestas sean sinceras y sus resultados, robustos y explicativos.
¿Significa esto que después de la evaluación ha finalizado todo el proceso? No. La evaluación es una herramienta que debe estar en movimiento. Es importante realizar acompañamiento en el proceso: ¿Qué no se ha sabido hacer? ¿Qué no ha mejorado? ¿Qué podemos ofrecer para mejorar? También las necesidades pueden ir cambiando, por tanto, las formaciones deben actualizarse y adaptarse a las necesidades que tienen las personas que forman parte de nuestras entidades.
Las nuevas formas de aprendizaje pueden suponer un nuevo reto hacia las entidades, pero que las personas que asisten se sientan acompañadas y puedan verificar su mejora a lo largo del tiempo ayudará a fidelizar y difundir las formaciones que se ofrecen, así como a fortalecer la pertenencia que sienten las personas hacia nuestras entidades.
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