COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Jesús Vilar Martín
Director Académico de Grado y profesor de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL
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| Ficha de experto
16.04.20
El Trabajo Social y la Educación Social son dos profesiones con un marcado carácter político porque trabajan en escenarios de vulnerabilidad, precariedad e injusticia, los cuales son entornos cambiantes, dinámicos y frágiles. Así, es inevitable que tengamos que adoptar una posición clara hacia la promoción de los Derechos humanos, sobre todo en situaciones en que no hay normas claras, son insuficientes o claramente injustas. Unas condiciones que pueden llevar al profesional hacia una situación de malestar o estrés. Hablar de ética, en definitiva, es hablar de cómo el profesional utiliza su poder y utiliza su libertad en el ejercicio de su actividad.
Partiendo de estas ideas iniciales, enumeraré una serie de aspectos que creo que se deben tener en cuenta si queremos conseguir una auténtica cultura ética en la práctica profesional.
La primera cuestión es que la ética está presente en todos los momentos de la acción socioeducativa. Está presente en el diseño, la planificación y la evaluación, pero especialmente se pone de manifiesto en el trato con las personas atendidas, porque este debe basarse en criterios de dignidad, justicia y respeto hacia su autonomía.
En segundo lugar, se debe tener claro que la profesión no se puede ejercer únicamente desde el propio sistema de valores privado y personal. Las profesiones son una actividad pública y, por lo tanto, debemos ubicarnos en el código deontológico y la dimensión deontológica colectiva de la profesión.
En tercer lugar, debemos tener claro que no se pueden eliminar las contradicciones ni los conflictos éticos en la práctica profesional. Sí que puede haber protocolos y normativas que regulen y ayuden a minimizarlos, pero la conflictividad moral acaba apareciendo tarde o temprano porque es inevitable.
Esto nos lleva a una cuarta idea y es que los conflictos éticos o dilemas morales debemos considerarlos situaciones imprevistas que hacen que el profesional o su equipo tengan que actuar de manera reactiva. Son imprevistas y, además, no hay alternativas. No hay soluciones. En realidad, un dilema es una situación que, en sentido estricto, no tiene solución. Lo que tiene son alternativas y cada una de ellas tiene pros y contras. Habrá que ver cuál es la más satisfactoria o la menos perjudicial.
Esto implica que, en quinto lugar, debemos tener claro que nadie tiene propiamente la respuesta ni la solución. Por lo tanto, la gestión de conflictos de valor implica siempre una actividad colectiva y de creatividad.
En sexto lugar, debemos tener en cuenta que todo conflicto ético o todo dilema moral genera siempre una situación de malestar, que podemos definir como estrés moral. Esto significa que un dilema moral no se puede resolver como si fuera una cuestión privada, de carácter particular, sino que se trasladará a un espacio colectivo para que la respuesta sea más objetiva e imparcial.
En este sentido, es imprescindible, en séptimo lugar, que las organizaciones faciliten estructuras o infraestructuras éticas. Podemos definirlo así. Que faciliten este paso de la vivencia subjetiva a la respuesta imparcial y objetivada.
Básicamente, en octavo lugar, si hablamos de infraestructuras éticas, una organización debería facilitar tres grandes elementos en esta infraestructura. En primer lugar, es importantísimo disponer de un espacio específico de reflexión porque es el espacio de creación de estas respuestas lo que haremos colectivamente. En segundo lugar, es muy importante disponer de un método de deliberación, un método estructurado. Y, en tercer lugar, unos apoyos en forma de personas o materiales expertos que aporten luz, aporten ideas y argumentos a aquellas situaciones que precisamente han puesto al equipo en una situación límite. Entonces, esta información permitirá tener criterios más sólidos para tomar decisiones.
En noveno lugar, y como consecuencia de todo lo dicho hasta ahora, deberíamos ver que es necesaria una formación básica en aspectos de ética. Esta formación debe descansar en tres patas. En primer lugar, con una capacitación de carácter filosófico y fundamentador. En segundo lugar, con una capacitación técnica que tiene que ver en todo lo que es el proceso de deliberación y de análisis de consecuencias y toma de decisiones. Y, en tercer lugar, la formación que tiene que ver con la capacitación emocional para la gestión de toda la perspectiva valorativa y emocional que implica la toma de decisiones de situaciones difíciles.
En síntesis, construir una auténtica ética aplicada a la profesión es beneficioso para todas las partes implicadas. Para las personas atendidas, porque recibirán un trato justo que asegura la promoción de sus derechos y, en segundo lugar, para los profesionales, que tendrán la sensación y la vivencia de estar trabajando desde criterios de rigor, imparcialidad y justicia.
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