COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Roger Buch
Consultor de entidades en el área de Consultoria y Estudios
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23.01.18
Los ciudadanos no somos personas que viven aisladas. Vivimos en comunidad, en barrios donde la gente comparte los mismos problemas y, lo que es más importante, se ayuda y organiza para cubrir sus necesidades sociales y culturales. Desde hace años, desde las políticas sociales se ha reparado en el concepto de comunidad, un colectivo de personas que vive en un territorio concreto, delimitado, en un barrio. Somos personas sociales y nuestro entorno nos condiciona totalmente.
Si vivimos en comunidad, nada mejor que favorecer las potencialidades del propio entorno humano para solucionar nuestros problemas. Durante los últimos años, nuestros barrios han cambiado. Hay una nueva pluralidad cultural, nuevas desigualdades, nuevas pobrezas, pero al mismo tiempo, un nuevo empoderamiento ciudadano muy interesante. La gente se organiza, se ayuda, se consolidan proyectos innovadores de economía social y solidaria, proyectos nacidos de abajo hacia arriba con las personas como protagonistas. Conviven las nuevas formas asociativas con las más tradicionales. Unas y otras son muy importantes para la vertebración de los barrios: casales, ateneos, los esplais, centros cívicos, las cooperativas de consumo, las plataformas de defensa de la vivienda… eso es lo que crea vínculos de solidaridad y sostiene nuestra sociedad. Por ejemplo, las fiestas populares son fundamentales para la acción comunitaria, todo lo que sea inclusivo y abierto, que toda la gente del barrio esté invitada y quiera transformar la sociedad, eso es acción comunitaria.
Pero, ciertamente, hemos pasado de comunidades donde la gente se ayudaba y organizaba de manera espontánea, “porqué todo el mundo se conocía” a situaciones bastante más complejas. Ahora hay mucha organización, pero también más posibilidades de quedarse al margen. La solidaridad está, pero no siempre llega a todo el mundo. Los proyectos nacen, pero no siempre se coordinan ni son eficientes. Las políticas públicas de intervención social llegan a los barrios, pero no siempre aciertan en la diana que toca.
Esta colaboración que tanto anhelamos no siempre surge espontáneamente. Debido a la complejidad de nuestros barrios y a los cambios sociales de los últimos años, siempre es útil incentivar, favorecer, ayudar y crear condiciones que faciliten su aparición.
Y aquí es donde entra la dinamización comunitaria, que tiene como objetivos principales el fortalecimiento y empoderamiento de los actores sociales en el territorio y la promoción de las redes y alianzas. La dinamización comunitaria no se improvisa, tiene su método y se trabaja de manera profesional. Para llevarlo a cabo hay diferentes perfiles profesionales que actúan en el territorio, siendo el de dinamizador o técnico comunitario el más genuino.
El técnico comunitario enlaza, facilita, hace de puente entre las iniciativas surgidas de abajo y las que llegan de las administraciones públicas. El técnico comunitario favorece la creación de redes sociales y anima a sacarle su máximo potencial.
Hoy por hoy, en los barrios ya hay figuras como la del dinamizador comunitario, dando soporte asociativo, dinamizando procesos de participación ciudadana, activando planes comunitarios o ayudando a la creación de redes de autoayuda en los campos de las necesidades más básicas. Y es un perfil cada vez más necesario.
Para actuar de dinamizador comunitario, hace falta vocación y convicción, pero sobretodo metodología para la intervención. No se arregla el mundo solo con buena voluntad. Por este motivo, el curso del Certificado de Profesionalidad de Dinamización Comunitaria es una excelente herramienta para formarse en el ámbito de la intervención comunitaria.
El técnico se convierte en el promotor de la acción comunitaria, situándose en un terreno educativo y de valores, pero al mismo tiempo estratégico, donde la metodología es la herramienta para conseguir los objetivos. Actúa como motivador y animador de dinámicas de grupo que lleven a la creación de proyectos sociales que busquen la promoción y el crecimiento de las personas. El técnico podrá programar, organizar, dinamizar y evaluar actuaciones de intervención social pero siempre cediendo el protagonismo a la ciudadanía.
Este perfil de dinamizador comunitario tiene la raíz en el animador sociocultural y es muy cercano a otros perfiles profesionales como son los agentes de desarrollo local, los agentes de desarrollo social, el promotor asociativo o el animador comunitario. En definitiva, una profesión de futuro que, mediante la construcción de puentes entre personas, intenta sacar la máxima potencialidad a todas las iniciativas que existen en nuestros barrios.
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