COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Ignasi Escudero
Consultor
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13.12.22
Gran parte de las entidades sociales catalanas tiene un objetivo compartido: transformar las injusticias y avanzar hacia un horizonte equitativo. Esta es la energía solidaria que mueve su día a día y la brújula que les ayuda a no perder el norte cuando hay dificultades. Haciendo un repaso a la misión –aquella formulación que hace de ancla para saber cuál es la finalidad última– de entidades de todo el territorio, no es extraño encontrar expresiones como “visión emancipadora”, “acoger, acompañar y defender derechos”, “denunciar situaciones injustas” o el “trabajo por la dignidad y los derechos de las personas”.
El punto de partida es la transformación social. Es la motivación de las más de 3.800 entidades del tercer sector social en Cataluña para subir la persiana cada mañana y trabajar por la mejora de las condiciones de vida de colectivos muy diversos, especialmente de aquellos en situaciones de vulnerabilidad. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando los equipos técnicos quedan atrapados en la acción cotidiana, la gestión de los proyectos o los trámites burocráticos? Que la labor transformadora hacia toda la sociedad, la llamada incidencia, queda en un segundo plano y se prioriza la atención directa y la gestión. Es evidente y natural.
Detengámonos un momento aquí. ‘Incidir’ tiene varias definiciones que nos interesan. Por un lado, es dejar huella, dejar marca. Aquí no debemos perder de vista que la principal huella que dejan las entidades es su trabajo: los hechos hablan por sí solos, y es ésta la fortaleza que debe tener en cuenta el rico y diverso tejido social de nuestro país. No tendría mucho sentido que una pequeña entidad de acción social de alcance municipal decidiera realizar una inversión descomunal y contratar a cinco personas investigadoras y comunicadoras dedicadas exclusivamente a la incidencia. Con lo que tenemos y lo que somos debemos conseguir el máximo.
El verbo incidir se utiliza también para definir un error, una falta. Ya sea para pedir al técnico que arregle un ordenador o bien para sancionar a un alumno en las aulas de un instituto. Esta acepción de la incidencia está presente. Traduciéndolo al lenguaje del sector social podemos decir que hace referencia a la denuncia pública, a la visibilización y al litigio estratégico. Dejar marca y denunciar es la esencia de la incidencia social y política. Dos líneas de trabajo que desde la comunicación pueden trabajarse con fuerza.
Los proyectos y actividades de una entidad son la materia prima comunicativa. Es el contacto directo con la realidad social y el espacio en el que se conocen las historias personales y de vida de las personas usuarias. La comunicación de estas iniciativas suele hacerse con el objetivo de ganar visibilidad y convertirse en referentes en un territorio o ámbito, o bien para garantizar un cierto engagement o vinculación que se pueda traducir en un compromiso por parte de la sociedad civil. Una adhesión que puede suponer desde seguir y compartir el día a día en las redes sociales hasta dar apoyo económico, pasando por la participación activa en la entidad.
Abusar del estilo comunicativo centrado en la difusión de la actividad propia tiene un riesgo evidente: hablar solo de ‘nosotros’. "La asociación impulsa", "en la fundación hemos hecho", "nuestra cooperativa ha estado presente en" son expresiones que no debemos dejar de lado –hacemos cosas y deben darse a conocer–, pero desde el prisma de la incidencia social no podemos olvidar que disponemos de una atalaya privilegiada para observar la realidad social, y un deber del tercer sector es visibilizar las situaciones de injusticia para transformarlas.
De este modo, es interesante buscar una narrativa de la entidad. Un tono y un discurso que esté centrado en las personas atendidas, sus vidas y singularidades. Un lenguaje comunicativo que permita ir de lo más concreto –las historias de vida– al hecho abstracto –las desigualdades estructurales. Relatar hechos y procesos personales que llevan a una determinada situación o que posibilitan hacerles frente. Contexto y matiz para superar la cifra fría y la estadística.
Ahora bien, no todo vale. Hay que poner el prisma en el comunicar desde la historia personal, rehuyendo absolutamente el morbo y el amarillismo. Contar una historia no debe ser una intrusión ni una vulneración de la privacidad, sino una denuncia. Son historias que se pueden narrar desde los canales de comunicación propios de la entidad, pero es muy importante elaborar una agenda de contactos con periodistas sensibles con la causa que defiende cada entidad. Medios locales o comarcales, cronistas sociales, periodistas especializadas en salud mental, podcasts del sector: es necesario seguir cuáles son los comunicadores especializados en el ámbito y territorio y establecer una relación de confianza mutua.
Existe una falsa creencia, bastante extendida, que asegura que a través de los canales digitales se puede hacer todo en comunicación. En algunos campos puede ser correcto, pero en el sector social no lo es. Hay que considerar el online y el offline como espacios complementarios donde comunicar a diferentes públicos y generando complicidades, pero nunca uno podrá suplir al otro.
El relato en primera persona, la interacción y la resolución de dudas, la adaptación a los intereses de los interlocutores, la comunicación clara y dinámica son competencias de gran utilidad. Como apuntan Jordi de Miguel y Montse Santolino en el Manual de comunicación asociativa 2.0 nunca debemos olvidar que “todo comunica”, y una entidad elabora su mensaje en base a “la suma de muchos pequeños mensajes cruzados”.
Así no se pueden desperdiciar espacios de encuentro personal y presencial para incidir en los ámbitos que sean de interés. Se pueden encontrar algunos ejemplos prácticos en el sondeo a entidades afines sobre determinadas temáticas innovadoras en las que se quiere incidir, la construcción de una base de confianza y colaboración con agentes sociales implicados en la temática, la explicación ante un público más o menos extenso de las campañas que están en marcha y la rendición de cuentas y seguimiento de aquellas iniciativas de incidencia que ya se han realizado.
Un último elemento, en sintonía con la presencialidad, es el cuidado de la comunicación interna. Nadie hará mejor de altavoz difusor de las causas de una entidad que aquellas personas que se sienten fuertemente vinculadas: voluntariado, equipo técnico y base social.
En este sentido, muchas entidades suelen descuidarse de explicar internamente el inicio de campañas de incidencia, el trabajo de temas estratégicos o la producción de materiales divulgativos para sensibilizar sobre una temática concreta.
La incidencia interna nos asegurará que el equipo de la entidad y toda aquella gente vinculada a ella rema a favor de la causa que se denuncia, que está informada y es sensible. ¿Cuántas entidades han hecho giras por institutos o espacios ciudadanos explicando una gran campaña de incidencia que tienen entre sus manos mientras que parte de la base social desconoce que se está trabajando?
Este punto tiene una solución sencilla. Cafés informativos antes o durante el tiempo de voluntariado, presentaciones en exclusivo para la base social, vídeos donde la persona responsable explique de qué se trata y en qué consistirá la campaña que se quiere empezar... Las posibilidades son infinitas, pero nunca hay que dejar de lado la comunicación interna en los procesos de incidencia. Si se logra que desde todos los ámbitos de la entidad se reme a la vez por una causa, la fuerza se multiplica, es el efecto mancha de aceite, que puede llegar a espacios y personas que no se tenían presentes.
En conclusión, estas cuatro pinceladas pueden servir de ayuda para fortalecer la incidencia desde la comunicación social. Convertir el relatar las actividades propias de una entidad en un espacio de visibilidad de realidades ocultadas, dotarse de una narrativa y discurso de la entidad, buscando el tono alineado con la causa que se defiende son elementos indispensables para multiplicar el impacto de lo que defiende la entidad. Algunos elementos básicos para que el horizonte de transformación social sea la seña identitaria de la organización.
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