COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Bet Bartrina Comalat
Docente de cursos de tiempo libre educativo
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| Ficha de experta
15.10.21
El mundo en el que vivimos se encuentra en una situación de cambio constante provocada, sobre todo, por la acción de la especie humana. Según los expertos, estamos ante un período de emergencia climática caracterizada por temperaturas extremas, inundaciones y huracanes, grandes sequías, enfermedades y plagas generalizadas, incendios incontrolados, el deshielo de los polos que provoca el aumento del nivel del mar, islas y glaciares que desaparecen y el aumento de las desigualdades sociales.
En agosto de 2021 el informe del IPCC (Intergovernmental Panel on ClimateChange) en el que se analizaba de manera exhaustiva la información científica para entender el cambio climático explicitó que las repercusiones y los riesgos que se preveían para el futuro eran graves: se espera que las emisiones mundiales en 2030 crezcan un 16% y que el calentamiento del planeta sea de 2,7 grados, lo que nos indica que ya no se podrá vivir en gran parte del planeta.
Los tres tipos de gas causantes del efecto invernadero provienen de la acción humana y, por ello, debemos intentar remediarlo. Un 61,3% de estos gases es energía (petróleo, gas y carbón); el 3,4% proviene de procesos industriales; el 31,7% procede del cambio de uso de la tierra (destinado a plantar grano para alimentar animales) y de la agricultura y, de este porcentaje un 80% es ganadería y, en último lugar, el 3,6 % es comida que se tira.
Las principales fuentes de emisiones son el tráfico automotor, el tráfico aéreo y la producción de carne. La ganadería es otra causa por la cual: en primer lugar, hay que deforestar bosques para producir cereales para alimentar al ganado; en segundo lugar, el estiércol de estos animales se transforma en gas metano; y, finalmente, también se transforma en gas la fermentación entérica de los bovinos encabezados por la ternera y el cordero, seguido por las vacas lecheras y, para terminar el cerdo, el pollo y los huevos.
La producción de carne tiene un fuerte impacto ambiental porque ocupa un 70% de las tierras agrícolas, los animales consumen un 35% mundial de grano, produce un 18% de GEI (Gases de Efecto Invernadero) a nivel mundial y el consumo del agua es desmesurado (6.000 litros de agua por cada ½ kg de carne).
Ante este crecimiento de la industria de la carne y después de analizar su impacto en el medio ambiente, hay que pensar sobre los hábitos de consumo que tenemos las familias y ver cuáles son los cambios que podemos llevar a cabo para mejorar esta situación y, posiblemente, nuestra salud.
El consumo de carne en España es 4 veces superior al recomendando por la OMS. Este aumento no solo se ha hecho patente en este país, sino que se ha producido en todo el mundo y, si a este hecho le añadimos la estimación de población que habrá en el 2050, la situación será insostenible.
El mundo sigue con la balanza desequilibrada: mientras 800 millones de personas pasan hambre, los países desarrollados dedican una gran parte de los cereales a alimentar rebaños. Es evidente que hay que hacer una reducción del consumo de carne lo antes posible para mantener el planeta.
Una alimentación sostenible es aquella que, además de tener un impacto ambiental reducido, es saludable, económicamente justa (accesible para todos) y culturalmente aceptable.
Los alimentos que perjudican la salud son las carnes rojas, las carnes procesadas, la sal, el azúcar, la bollería industrial y las bebidas azucaradas. El consumo de estos productos en exceso puede provocar enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial, obesidad y diabetes mellitus de tipo 2, entre otros. En cambio, si queremos mantener una dieta saludable será necesario que nos fijemos con alimentos como: las frutas, las hortalizas, las legumbres, los cereales integrales, los frutos secos, el aceite de oliva y el pescado.
Las familias, como consumidoras de productos alimenticios, podemos contribuir con nuestra acción diaria a la hora de ir a comprar y de hacer el menú semanal. A la hora de llenar la cesta, podemos hacerlo con productos de proximidad y temporada e intentaremos priorizar algunos como: cereales integrales, hortalizas, frutas y legumbres. La dieta mediterránea contiene muchos de estos elementos y, por tanto, no debe ser una dificultad. Debemos aprovechar lo que tenemos al alcance y ser cuidadosos en no desperdiciar los alimentos.
Los padres y madres también podemos buscar el momento de hacer el menú conjuntamente con el resto de miembros de la familia, buscar recetas originales y diferentes con los niños y jóvenes que viven con nosotros, salir a comprar juntos y fijarnos en los productos de temporada (que están más bien de precio) y, si nos implicamos todos y todas en este pequeño, pero a la vez gran compromiso, que es intentar dejar el mundo mejor de como lo hemos encontrado cuando llegamos. Tal vez lo conseguiremos.
Fuentes:
Bibliografía:
González Carlos A. (2020). Emergencia Climática. Alimentación y vida saludable. Ed. Icaria.
Escrivà A. (2017). Encara no és tard. Claus per a entendre i aturar el canvi climàtic. Ed. Bromera.
Zaplana C. (2019). Menja net. Alimentació per al cos, la ment i les emocions. Ed. Cossetania.
Mazón J. I Costa M. (2018). 100 Qüestions per entendre el canvi climàtic.Ed. Cossetania.
Pàgines web:
https://www.uoc.edu/portal/ca/news/actualitat/2019/143-alimentacio-sostenible.html
https://bibarnabloc.cat/guies-bilioteques/menu-didees-per-a-una-alimentacio-sostenible/
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