EDUCACIÓN SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL
BLOG DE LA FACULTAD PERE TARRÉS
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Jesús Vilar Martín
Director Académico de Grado y profesor de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL
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18.05.15
Pero, ¿cuáles son las condiciones que limitan la voluntad de trabajar con este compromiso en las profesiones socioeducativas? ¿Qué es lo que hace que se pase de lo que "debemos hacer" (el sentido moral de la acción), a "lo que tenemos que hacer" (lo que es reglamentario y jerárquicamente obligatorio), o a "lo que nos conviene hacer" (qué se hace para obtener un beneficio o evitar un problema)? Revisaremos algunos elementos que, desde nuestro punto de vista, explican esta devaluación de la salud moral de los profesionales.
Primer elemento: la forma en que se organizan los servicios y la autopercepción que se construye implícitamente en estas profesiones, hacen que se tienda a ver la actividad individualmente, actuadora, solucionadora, donde cada persona aplica lo que sabe para "resolver". Se supone que si cada uno hace bien su parte, el todo se resolverá. El problema es que en situaciones de alta complejidad como es el caso de las acciones socioeducativas, no hay soluciones en el sentido clásico y aún menos recetas que permitan resolver de forma automática. Al contrario, se trata de construir respuestas a medida, y esto requiere ver la realidad en clave investigadora, des de una cultura colaborativa.
Pero el profesional tiende a pensar en solitario y aunque aparentemente trabaja con otras personas, es más bien un "avance paralelo" que un "construir juntos". A medida que se encuentra con situaciones que no sabe cómo resolver de su esquema clásico de respuesta cerrada "en solitario", su salud moral se deteriora, la ansiedad, el estrés y la sensación de frustración que conduce a conflictos éticos como cuestionar el significado de la tarea. Segundo elemento: cuando se produce un conflicto de valores siempre hay una experiencia subjetiva, pero eso no significa que deba tratarse como si fuera un problema personal. Existe una especie de acuerdo según el cual el conflicto que genera malestar es de la persona que lo sufre y es ella la que tiene que solucionarlo. En las investigaciones que estamos desarrollando hemos visto que un conflicto ético que aparece en un marco público como la profesión, debe ser gestionado colectivamente en este entorno público. El problema es del equipo, no de la persona que lo experimenta.
Este conflicto no se puede personalizar ni tratar en privado porque esto genera mucha ansiedad y estrés: afecta a su salud moral. Tercer elemento: dado que suele producirse la confusión anterior, prácticamente no existen estructuras organizadas de carácter colectivo y público para la gestión de estos conflictos. La vida profesional se desarrolla en cuatro niveles simultáneos: en la profesión, en un campo de referencia específico que se construye interdisciplinariamente, en la relación de equipo y en la experiencia que ha sido capaz de elaborar y hacer explícita y finalmente en la maduración personal que hace a cada profesional en su camino. Es esencial contar con estructuras profesionales que permitan devolver la experiencia subjetiva individual y privada a un marco colectivo y público para garantizar una mayor objetividad. Estas estructuras deben construirse a partir de los cuatro niveles que hemos comentado. Por ejemplo, pueden ser simultáneamente un comité de ética interdisciplinaria o de cada profesión, asesoramiento de expertos o un espacio de discusión sistémico dentro del equipo de trabajo. Esto permitirá desaprobar al profesional y desarrollar una respuesta más objetiva y justa para todas las personas involucradas.
Cuarto elemento: además de las estructuras de discusión, también es necesario disponer de materiales de referencia que proporcionen información técnica y ayuden a tomar decisiones. Esta información significativa debe provenir de las diferentes estructuras que acabamos de comentar (el código deontológico proviene de la profesión; las orientaciones técnicas y las guías de buenas prácticas están integradas en comités de expertos o comités de ética; la experiencia sistémica de un equipo se desarrolla en espacios de discusión sistémica). En definitiva: cuidar el bienestar y la salud moral de los profesionales implica aceptar que no hay recetas o respuestas cerradas para resolver las mil situaciones inesperadas de la vida cotidiana. La incertidumbre y complejidad de las profesiones socioeducativas requieren la creación de estructuras de apoyo profesional para la deliberación y el debate; implica disponer de materiales técnicos que proporcionen información pertinente en el momento de la deliberación; implica trabajar desde una cultura colaborativa y la construcción conjunta entre profesionales; Por último, requiere expresar la actitud de cuidado y atención que se pone en las personas también atendidas, en los profesionales con los que trabajas para que nadie se sienta solo cuando sufre la angustia de un conflicto. Si se cumplen estas condiciones, se pondrán las bases para evitar situaciones estresantes, que es lo que inhibe al profesional de trabajar del compromiso moral.
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