EDUCACIÓN SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL

BLOG DE LA FACULTAD PERE TARRÉS

Tres hábitos diarios para cuidarnos como educadores/as sociales

Tres hábitos diarios para cuidarnos como educadores/as sociales

Lisette Navarro Segura
Profesora del Grado en Educación Social y Trabajo Social, del Máster universitario MEIA y del Postgrado de Experto universitario en herramientas para la intervención socioeducativa para profesionales de la acción social.
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01.10.19

La profesión de los educadores y educadoras sociales es de las más bonitas que hay (¡qué decir los que lo somos!) Pero también una de las más complejas, como todas las que tienen en su centro la relación con las personas. De ahí que sea tan importante que nos cuidemos y velemos por mantenernos como el primer día.

Para ello, hoy, que se celebra el Día Internacional de la Educación Social, os propongo tres hábitos sencillos que podemos hacer de manera diaria:

  1. Antes de comenzar la jornada. "De donde no hay no se puede sacar", dicen, y por lo tanto, lo primero que hay que hacer es empezar el día por la mañana llenándonos de la mejor energía posible. Para ello podemos elegir entre diferentes opciones, como por ejemplo las siguientes: Meditar unos minutos concentrados en nuestra respiración nos aportará serenidad y calma para afrontar el día. Hacer algunos ejercicios físicos, como estiramientos, yoga o salir a correr o pasear -si somos más atrevidos- nos aportará energía y vitalidad. Y también podemos programar nuestra mente para pasar el mejor día posible. Tener en el espejo del lavabo una frase optimista como "Hoy será uno de los mejores días de mi vida" o "Todo lo que haga hoy lo haré disfrutando", y repetirla al salir de la ducha nos orientará el día en positivo; finalmente, planificar los objetivos del día siempre desde una vertiente optimista y que nos anime orientará nuestras acciones más hacia el éxito que al fracaso.
  2. Durante la jornada. El día a día cotidiano de los trabajos de los educadores y educadoras a menudo está lleno de muchas tareas y variadas: atender a las personas, hacer documentación, ordenar, limpiar o recoger el centro o servicio, etc. Todas (o la mayoría) se suelen hacer con intensidad, vocación y rapidez. Para no dejarnos llevar por el ritmo impuesto desde estas tareas, habría que buscar un momento (aunque sea la parada del desayuno, una pequeña pausa que hacemos o incluso cuando vamos al baño) para detenernos con conciencia (la conciencia es la clave) y hacer un par de respiraciones que nos permitan volver a nosotros. Nos detenemos, respiramos y focalizamos la atención en nosotros mismos. Pactamos interiormente que el centro de nuestras vidas somos nosotros, y ya podemos seguir. Esto no nos llevará más de un minuto de nuestro día y en cambio nos aportará mantener el eje de nuestra fuerza en nosotros y no dejar que lo que esté pasando en ese momento nos arrastre.
  3. Al finalizar la jornada. La cantidad de anécdotas o de situaciones vividas tras una jornada laboral puede ser bien larga. Nuestra vida personal, sin embargo, debe empezar (o, mejor dicho, continuar) al finalizar esta jornada. Por lo tanto, es necesario que sepamos hacer un punto y aparte y dejar en el trabajo lo que es del trabajo. Si salimos del centro o servicio y no hacemos nada expresamente para hacer esta separación es probable que, a pesar de que el cuerpo ya no esté trabajando, la mente continúe haciéndolo. Es normal si tenemos en cuenta los aspectos vitales con los que acostumbramos a lidiar, pero cuando nos interese debemos poder pararlos. Para ello, podemos utilizar pequeños rituales que nos ayuden a hacer este desvío. Por ejemplo, podemos elegir algún gesto o alguna consigna que sea como la línea de salida a otra realidad. Cada persona debe escoger la suya, la que le vaya mejor (ya que todas son correctas) pero a modo de ideas podrían ser acciones como: lavarse las manos e imaginar que todos los temas del trabajo se van con el agua; tocar el primer semáforo de la calle y dejar allí todos los pensamientos que tenemos rondando por la cabeza; o ponerse debajo el marco de la puerta de salida y repetirse a uno mismo: hasta aquí el día de hoy, mañana más.

Tres pequeños hábitos, tres pequeñas acciones ... Pero que en realidad pueden tener mucha fuerza si las hacemos con constancia y poniendo toda nuestra intención en creer que nos ayudarán y nos servirán para cuidarnos y poder seguir adelante.