26.11.18
Queremos compartir en este apartado el testimonio de algunos de los compañeros (Nati Pareja, Mónica Figueras, Joan Fornés, Ana Escudero y Lourdes Baleyto) que participaron en la subida a pie de Montserrat con el deseo de haceros partícipes de esta experiencia que fue una aventura exterior e interior.
Nati Pareja:
Hay muchos motivos para hacer una peregrinación hasta un santuario o para recorrer el camino de Santiago pero, sea cual sea el motivo elegido, la experiencia marca a la persona que la realiza. Como clausura de los actos del 60 aniversario del inicio de la actividad de la Fundación Pere Tarrés y del 25 aniversario de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL, un grupo de once peregrinos salimos de la parroquia de Sarrià en Barcelona, donde se encuentra la tumba del beato Pere Tarrés, hasta la Abadía de Montserrat. Un recorrido de 50 kilómetros que se ha convertido en un aprendizaje para toda la vida.
Cuando me planteé hacer esta peregrinación no pensé en el esfuerzo que me supondría, sólo quería cumplir la promesa que había hecho en agradecimiento a la Virgen de Montserrat. Esta era mi motivación, lo que me dio fuerzas para realizar el recorrido aunque hubo momentos que creía que no llegaría hasta el final. Y no lo hubiera conseguido sin la ayuda de las personas que me acompañaron. Porque en una peregrinación, como en la vida misma, son clave las personas de las que te rodeas, aquellas que te acompañan y que no te permiten desfallecer en los momentos más difíciles.
Reflexionando sobre el camino, me doy cuenta de que una peregrinación de estas características supone conocer historias, vivir anécdotas, descubrir paisajes, pero sobre todo, significa conocer personas y reencontrar tu interioridad. Las horas pasadas caminando juntos me han permitido profundizar en la relación con las personas que hemos participado. Son estos momentos, fuera del entorno laboral, los que te permiten descubrir facetas de tus compañeros y compañeras de trabajo que desconoces: su sentido del humor, la fuerza de voluntad, la solidaridad, recuerdos de infancia, deseos compartidos y entusiasmo, mucho entusiasmo. Porque el éxito de esta peregrinación ha sido posible por la implicación de muchas personas en su organización y planificación: buscando la mejor ruta y haciendo cambios de última hora debido a las lluvias de los días anteriores, comprando todo lo que haría falta para el avituallamiento, consiguiendo tener duchas a nuestra disposición una vez llegados a Montserrat y preparando el acto institucional con todas las personas que se nos unieron en la abadía.
Finalmente, quiero destacar que también he tenido muchos momentos para pensar, para reencontrarme con mi interioridad. De vez en cuando se necesitan estos espacios para reflexionar y dar prioridad a las cosas que son realmente importantes en la vida.
Mònica Figueres
La pregunta mayoritaria cuando explicaba a amigos y familia que me había apuntado a ir andando a Montserrat, desde Barcelona y de noche, era: ¿Tú? ¿Cómo se te ocurre? ¿Por qué? Fueron contadas personas las que ya de entrada lo entendieron y me animaron.
No soy ni deportista ni especialmente excursionista, simplemente ando siempre que puedo y por donde puedo, de manera muy urbanita para ayudarme a aclarar ideas y alejar malos rollos, pero hasta ahora tampoco había hecho ningún kilometrada.
Cuando recibí el correo de la marcha a Montserrat y leí la posibilidad de subir a pie, en el acto me trasladé varios años atrás, cuando hacía 3º de BUP. En la escuela organizaban una subida anual de los tres cursos y los grandes los organizaban una marcha voluntaria a pie. Era "la excursión", pero a mí entonces no me dejaron ir. Ésta fue mi motivación inicial, poder hacer aquello que, aunque ni recordaba, en mi inconsciente había quedado pendiente.
Desde que me apunté hasta el fin de semana antes de ir, fui intensificando las caminatas y a medida que lo hacía tuve más dudas sobre mis propias capacidades, físicas y mentales. Aunque no quería escuchar. No eran sólo los kilómetros ni las horas ni la noche despierta, se me añadían aspectos que también me hacían dudar como ir con gente del trabajo, de los que, además, mayoritariamente conocía de nombre y poco más. Para mí, pues, era un doble reto. Para lo primero practiqué, para lo segundo no podía hacer nada más que esperar a encontrar con él.
La ilusión, pero, podía más que las dudas, que los nervios de los últimos días, que los chubascos del día antes, que los comentarios más catastrofistas y otros factores que parecían empujarme, cada vez con más insistencia cuanto más cerca erstábamos del viernes, a echarme atrás. Y me di cuenta de que la motivación inicial ya no lo era y que ahora sólo era ser capaz de intentarlo. Llegara o no.
Poco después de llegar envié un WhatsApp, eufórica, a una de las pocas personas que me había entendido en el acto, sin hacer preguntas, y después de felicitarme me hizo la primera: ¿Repetirías?
Todavía en caliente, aquella pregunta me hizo aterrizar y me obligó a valorar la experiencia. Y le respondí un sí clarísimo y rotundo con muchas admiraciones.
Veinticuatro horas después le respondería igual.
Ahora los kilómetros y las horas ya sólo son una anécdota comparado con todos y cada uno de los momentos de risa, de dolor, de sueño, de desazón, de sorpresa y de frío, mientras no tenía nada más que hacer que andar, esperando ver a la Clara, y pensar. Pensar mucho.
A la satisfacción personal de haber sido valiente se suma la de haberlo conseguido y, además, haber disfrutado de todos los momentos, incluso los de dolor y los de caminos interminables por pueblos inacabables. Y a la motivación y al esfuerzo personal se suman todos y cada uno de vosotros que fuisteis imprescindibles para mantenerme el ánimo y hacerme sentir bien. En el antes, en el durante y en el día después.
Gracias Jordi y Clara por una organización impecable y a todos por vuestra compañía y por hacerme disfrutar de esta experiencia. Desde ayer hay algo diferente en mí porque no la olvidaré.