14.06.21
El número 76 de la revista Educación Social. Revista de Intervención Socioeducativa analiza las competencias, la formación y las buenas prácticas que deben tener los profesionales que trabajan en la acción socioeducativa.
En este sentido, en la editorial se pone sobre la mesa varios debates que existen en el ámbito de los estudios de grado de educación social. Uno de ellos hace referencia sobre si debe haber una homogeneidad formativa entre los diferentes centros o cada uno de ellos, conforme a sus autonomías, pueden escoger su propio plan de estudios, tal como sucede ahora. Otra de las discusiones versa sobre si los estudios de grado deben hacer hincapié en el diseño formativo o en las competencias. En el primer caso, se centra en los contenidos; mientras que en el segundo, integra los saberes, estrategias y actitudes, explica Jesús Vilar, profesor de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - Universidad Ramon Llull.
En el apartado de opinión, Emilio Alanís defiende que la educación social se sustenta en tres verbos: soportar, creer y exigir, ya que se debe acompañar a la persona, creer en sus capacidades, así como pedirles un trabajo de calidad.
El monográfico
En cuanto al monográfico está integrado por siete artículos. El primero de ellos, a cargo de José Antonio Caride y Héctor Pose, trata sobre la necesidad de aprender a hablar bien y comunicarse en público. Por ello, exponen, se debe fomentar como "competencias" principales el diálogo, la escritura y la lectura en la formación de educadores sociales.
Por su parte, Gema Belchí, Silvia Martínez y Juan Antonio Salmerón abordan las competencias que debe tener un profesional socioeducativo en la promoción del envejecimiento activo. Entre ellas se incluyen la dinamización social y cultural para propiciar la participación de las personas mayores en la comunidad.
El tercer artículo, escrito por Monike Gezuraga, Leire Darretxe, Idoia Legorburu, Zuriñe Sanz y Kattalin Izagirre, se centra en cómo atender a los pacientes con trastorno del espectro autista (TEA) desde la vertiente socioeducativo. Por ello, el estudio, que da voz a dos personas con esta patología, tiene un doble objetivo: aclarar lo que se considera una buena práctica en relación con el TEA; y aportar recomendaciones para la formación de profesionales que trabajan en este ámbito.
En el caso de Ángela Janer y Xavier Úcar elaboran un análisis comparativo de las diferentes visiones de profesionales de diez países entorno la acción socioeducativa en relación con la pedagogía social. Una de las principales conclusiones en la que coinciden los expertos es que se puede generar un marco teórico y práctico común para la pedagogía social porque existen elementos comunes en las tradiciones de los diversos países. Con todo, para alcanzar este reto, aseguran que se deben crear y potenciar entornos de diálogo entre los ámbitos académicos y profesionales.
Además, se hace una aproximación de la profesión en España desde la mirada universitaria, en un artículo de María Dolores Eslava, Carlota de León e Ignacio González. En este se determina que se debe formar a los trabajadores del sector a través de 24 competencias diferentes, entre las que se incluyen las relativas a la función del educador social en los escenarios de acción (saber hacer); así como las que aluden a la identidad de este profesional (saber ser).
Más allá del análisis de la profesión, Ana Álvarez y Javier Herrero-Martín hacen una propuesta sobre cómo se puede mejorar la formación del grado de Educación Social. En este punto, resaltan la necesidad de que el plan de estudios esté diseñado para potenciar las competencias técnicas, metodológicas, participativas y personales, basadas en el modelo teórico oficial.
También realiza una propuesta para mejorar el sector Sonia Fajardo. En su caso, se centra en los agentes del tercer sector que, considera, viven inmersos en un cambio de época que los obliga a cubrir más necesidades sociales a la vez que tienen que hacer frente a una disminución de recursos.
Intercambios y libros
Por otra parte, en la sección de intercambios Maite Marzo y Paula Galán explican las percepciones de jóvenes tutelados y ex tutelados sobre el sistema de protección catalán. Además, Miquel Salmerón y Laura Real analizan el rol que debe tener un educador social en el caso de pacientes con TEA que reciben un tratamiento en el ámbito hospitalario. Finalmente, Laia Mas-Expósito, Juan Antonio Amador-Campos, Mercè Triay y Lluís Lalucat-Yo aportan las conclusiones extraídas tras evaluar durante dos años el funcionamiento de un servicio de apoyo y atención emocional en centros educativos de alta complejidad del Plan de Barrios de Barcelona.
En el apartado de libros recuperados, Jesús Vilar Martín expone que a lo largo de la historia existe una total unanimidad que la educación es el motor de desarrollo de las personas y de las comunidades. Sin embargo, hace referencia al libro La educación encierra un tesoro escondido dentro. Informe para la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI (Jaques Delors, UNESCO: 1996), en el que identifica las particularidades de este siglo XXI que, entre otros, está marcado por la globalización, el acceso a la información o el cambio acelerado. Todo ello, conlleva que los profesionales deban formar permanentemente.
En la sección publicaciones se da a conocer el libro La pandemia de la desigualdad. Una antropología desde el confinamiento de José Mansilla (Barcelona, Bellaterra Ediciones, 2020) que trata sobre cómo han acentuado las diferencias entre la población las restricciones por la Covid, que han desencadenado una emergencia social.
Finalmente, en libros recibidos se recomiendan los de Casanovas, Trabajo social comunitario en Cataluña de 1960 a 1980 (Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña, 2020) de T .; Planes, M .; Romeo, R .; Brechas digitales en menores y jóvenes Extranjeros no acompañados (ACCEM, 2020) de Cuesta A .; Inicios del trabajo social en los hospitales de Cataluña (Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña, 2019) coordinado por Rubiol, G.