30.04.21
Hablamos con Fátima El Gdari, alumna de primero del grado de Educación social en la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL. La vocación de Fátima llegó tras su paso por un esplai L’Erol, de Mataró, una experiencia de vida que, a pesar de unos inicios algo accidentados, se convirtió en un amor profundo por los valores del ocio educativo y la Educación social.
Fátima, ¿cuéntanos cómo llegaste al esplai?
Llegué a Cataluña con cinco años, con mis padres, que inmigraron para tener un futuro mejor. Evidentemente yo soy de Marruecos, tal como dice mi nombre. No tengo hermanos, lo que afectó a mi socialización. En tercero de ESO, mi tutor les dijo a mis padres que tenía un déficit de socialización y les propuso que me apuntaran a un esplai. Me puse súper nerviosa porque en ese momento era muy tímida y fui el primer sábado, pero no quise volver. No conocía a la gente y lo pasaba muy mal. En el esplai ’Erol, de Mataró, hacían juegos y todo eso a mí me chocaba mucho.
¿Por qué te chocaba?
En el esplai hacían dinámicas que en mi cabeza no entraban. Estaba acostumbrada a una enseñanza más curricular, donde el maestro explica, pero en el esplai los monitores se disfrazan, te ponen un vídeo... Todo me chocaba mucho. Yo tenía 15 años y me costó mucho adaptarme.
¿Y qué cambió en toda esta dinámica?
Cuarto de ESO fue como el cierre de esta etapa. Nos empezaron a enseñar a ser monitores, a formar un poco y allí empecé, mediante esta formación, a saber qué significa el esplai, a entender su filosofía. Empecé a entender que el esplai va un poco más allá y que el esplai también es educativo, y que allí también te ayudan y te acompañan. Fue un cambio de chip.
Ese fue tu punto de inflexión.
Sí, a partir de ahí, con dieciséis años, me enganché mucho al esplai. Se creó un vínculo. Entendía los objetivos, entendía que los monitores no se disfrazaban por disfrazarse, sino que había un objetivo detrás. Cuando cumplí los dieciocho, decidí formarme y ser monitora de ocio educaivo. A partir de ahí, me marqué seguir creciendo, creciendo, hasta que ha habido un momento en que fui referente de un grupo. Tuve que contactar con las familias y pensé "qué guay, ¿no?". Sentí que estaba acompañando sin juzgar, sino enseñando con valores, acompañando mediante la parte emocional. Y todo esto para mí fue muy enriquecedor.
Y ahí fue cuando vino otro punto de inflexión.
Sí. Me gustaba mucho Ia psicología, el trabajo social, la educación social... Y me dije: “Fátima, volvamos un poco atrás. A ti en tu vida, ¿qué te habría faltado? Un educador social”. La educación social hubiera sido clave. Si yo hubiera encontrado a un educador que me hubiera acompañado, que me hubiera enseñado el esplai cuando yo tenía cinco años y no en la ESO, hubiera sido todo diferente. Y entonces vi que tenía muy clara mi profesión. Mi vocación era la educación social.
Esta experiencia de vida, pues, fue la que te llevó a estudiar Educación social en la Facultad Pere Tarrés-URL.
Sí, totalmente. Hay gente que elige ser educador social porque quizás le gusta, pero no ha tenido una experiencia de vida en que ha experimentado realmente esto. Yo creo que la parte más cautivadora de tu experiencia es que tú lo has vivido como persona receptora y como persona que da esta ayuda. Es como un poco volver el enriquecimiento que a ti te ha producido esta experiencia y acompañar otros niños o a otras personas adolescentes. Esto era lo que yo hacía cuando era monitora y eso hizo que me enganchara al esplai. Era como ayudar a Fátimas pequeñas. Siempre digo que la educación social es una carrera muy vocacional, que debes tener muy claro que te quieres dedicar y te lo tienes que creer. Tienes que creer en esta transformación de la sociedad.
¿El esplai formará siempre parte de tu vida?
Sí, claro. Aunque ahora he tenido que dejar el esplai para que no lo puedo compatibilizar con la carrera, pero sé que cuando termine la facultad volveré. Quiero hacer un proyecto que sea más inclusivo para el esplai. Yo era la única inmigrante de mi esplai. Quiero que haya un trabajo más de diversidad e inclusión. Creo que, mediante el esplai, mucha gente se sentirá muy acompañada. Yo lo he vivido. Soy de otra cultura, de otra religión, y he adquirido unos conocimientos a la vez que he podido enriquecer a mis compañeros. Hablábamos del Ramadán y ellos de tradiciones como la Semana santa. Es muy enriquecedor.
¿Tu familia, que no tenía este referente del esparcimiento, que no sabía qué era, cómo lo recibió?
Al principio no sabían nada, pero decidieron probarlo. Al principio tenían sus reticencias porque pensaban que ir al esplai los sábados era estudiar. Pero no era nada de eso. Vieron que gozaba, que socializaba y aprendía muchas cosas.
Fátima, ¿qué aprendiste yendo de colonias, por ejemplo?
Aprendes mucho, a compartir, a convivir, a pasar frío... No es lo mismo estar en casa con la calefacción, que estar de colonias. Hay mucho proceso de aprendizaje, de reflexionar... Y creo que el esplai debe llegar a todo el mundo. Creo que, en todas las instituciones educativas, debe haber este espacio, sobre todo para que haya esta diversidad. En muchas culturas, como del Senegal o Marruecos, no se conoce el esplai y es algo muy enriquecedor. Creo que, si hubiera más diversidad, incluso disminuiría el racismo.
Muchos problemas son sólo una cuestión de entendimiento. No hay tantas cosas que nos separen.
Yo siempre pongo un ejemplo muy inclusivo. Cuando vamos a cenar, si una persona se pide un bocadillo de fuet y yo uno de atún, los dos estamos contentos, ¿no? Tú tienes tu bocadillo y yo el mío. No como fuet para integrarme, ni tú atún porque no te gusta. ¡Y no pasa nada! Creo que todos somos diversidad y que es cuestión de entenderlo y respetarlo, y el esplai trabaja esta parte inclusiva. La trabaja mucho.
¿Y cómo te ves tú cuando termines la carrera? ¿Qué tipo de educadora social series o quieres ser?
Cuando acabe la carrera, que tendré 25 años, he pensado especializarme en algún ámbito como mediación intercultural. Quiero llegar a acompañar a familiares y niños. Cuando acompañamos a la familia, el niño siente que su familia está acompañada, el niño se siente más seguro en el procedimiento, y esto es muy importante. También potenciar mucho todo el tema del ocio educativo, porque creo que se debe potenciar el esplai, dar a las familias esta opción de acompañamiento, de orientación... Yo también soy inmigrante, y me considero de aquí también gracias al esplai. Quizá si a mis padres les hubieran explicado qué era el esplai nada más llegar, yo con cinco años, a día de hoy, sería otra Fátima.