24.01.19
Entrevistamos a Joan Dueñas, autor del libro Blancas juegan y ganan de la Colección Universidad y Acción Socioeducativa dirigida por la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL y publicada por la Editorial Claret.
Blancas juegan y ganan es una exposición de la labor del educador social y pretende, a partir de casos reales, reflexionar sobre el impacto que los agentes educativos tienen sobre las personas más vulnerables y, a menudo, más vulneradas.
¿Cuál es el objetivo del libro Blancas juegan y ganan?
El objetivo del libro es exponer mi tarea profesional y al mismo tiempo exponerme. Creo que la mejor manera de poder crecer y mejorar la tarea profesional es adoptando un compromiso de cambio, y me pareció que escribir un libro era poner sobre la mesa mis dificultades, las debilidades, mi práctica profesional, a veces errónea, y comprometerme a tener coherencia y trabajar de una manera diferente. También creo que el libro puede ayudar a los demás a aprender de mis errores; es más fácil aprender y reflexionar sobre los errores de los demás que asumir los propios. Ésta es la idea del libro. Todo salió de un curso de formación que hice de Begoña Roman, quien nos animó a escribir y pensé que era un buen consejo.
¿Qué incidencia y resultados quiere tener el libro?
Me gustaría que pudiera servir a los estudiantes de cualquier formación dirigida al cuidado de las personas y a los profesionales. Si alguna de mis reflexiones y experiencias puede ayudar a mejorar su práctica y actitud profesional bienvenida sea, porque ayudando a los profesionales ayudamos a las personas.
¿Cuáles son los pilares básicos de un Educador Social y cómo se pueden trabajar?
Los pilares de la Educación Social deberían ser la acogida, el acompañamiento y el compromiso. Por eso, hablo de simpatía, generosidad y paciencia. Simpatía para acoger la persona y predisponerse a tener una relación de confianza que pueda favorecer este cambio. Generosidad para ocuparse de ella, de su caso, de las horas de trabajo y hacerse cargo del otro. Y, por último, paciencia para ser persistentes en el acompañamiento.
Estos son los aspectos básicos que se deberían trabajar y que están íntimamente ligados al crecimiento profesional. Un crecimiento profesional sin un crecimiento personal es muy difícil. Para ser un buen profesional se debe crecer y madurar como persona. La formación de un educador debe ser permanente, es una cuestión ética formarse, hay que ponerse al día y aprender cosas nuevas para atender mejor a los demás.
¿Qué responsabilidades tiene el educador social?
La responsabilidad más ambiciosa y que deberíamos tener más clara es la transformación social. Debemos generar cambios en la persona para generarlos en la sociedad.
¿Cuál es el trabajo necesario previo al inicio de un caso?
Es necesario informarse sobre el caso, conocer los antecedentes y la situación, pero lo más importante es preparar la acogida. También es muy útil pedir consejo a otros miembros del equipo por si han tenido casos similares. Esto significa que se debe preparar el espacio para que la primera vez que nos encontramos con la persona sea un espacio confortable, de seguridad y de confianza y poder generar un vínculo suficientemente fuerte para establecer la relación socioeducativa.
¿Cómo afecta el entorno de la persona tratada en el acompañamiento y ayuda que se hace?
Afecta muchísimo. Tengo el convencimiento de que las personas nos hacemos y nos construimos a partir de las relaciones con los demás, por lo tanto, debemos saber cuál es el entorno de la persona. Es muy importante conocer su entorno y saberlo integrar en nuestra acción socioeducativa. Yo siempre he intentado que en las entrevistas o actividades que realizo puedan venir las personas cercanas a quienes atendemos, así entendemos mejor la relación que establecen entre ellas y podemos ayudar a generar cambios positivos. La idea principal es trabajar conjuntamente con el entorno de la persona siempre que sea posible.
¿Cómo se puede romper la barrera del positivismo irreal de las personas que acompañamos?
Yo creo que el educador debe ser positivo por obligación, siempre. El pesimismo lleva a la resignación y la inacción. Ahora bien, este optimismo lo que no puede hacer es transmitir a la persona atendida unas falsas expectativas porque podría generar frustración. El optimismo tampoco puede servirnos para acomodarnos pensando que todo va bien, es decir, el optimismo debe ser real, no superficial. A menudo, pensamos que las cosas van bien porque nos lo transmite la persona atendida, no surgen problemas graves o porque no hay indicadores que nos hagan pensar que hay dificultad y entonces dejamos pasar el tiempo sin profundizar en nuestra tarea.
Lo que es importante para romper con el positivismo irreal, en el que uno vive en la fantasía de que todo va bien, es conocer profundamente a la persona. Cuando tenemos esta confianza, la comunicación es fluida y podemos romper esta barrera para que la persona nos dé información real sobre su situación.
¿El miedo condiciona los límites del trabajo de los Educadores Sociales?
Muchísimo, el miedo paraliza. Cuando uno tiene miedo deja de hacer muchas cosas, las hace a escondidas o mal. Muchas veces la actitud que tenemos ante el miedo genera precisamente lo que nosotros tememos. Por ejemplo, si tenemos miedo a una persona porque es hostil con nosotros y no la citamos más, conseguiremos que esta persona sea más hostil aún. Por lo tanto, debemos procurar actuar sin miedo.
¿Qué incidencia puede tener el Educador Social en el estado emocional del usuario?
Las emociones del educador influyen mucho en la persona y viceversa, pero no debemos tener miedo de eso. Muchas veces tenemos miedo a tener una implicación emocional demasiado fuerte en algún caso concreto que nos remueve algo interno o tenemos miedo a tocar el corazón de los demás. Cuando hay una sacudida, sabes que las cosas se tambalean. Lo que queremos es que las cosas vayan bien, que no se alteren demasiado y tener todo controlado para que nos dé seguridad. Es verdad que cuando sacudimos el corazón de otras personas o el nuestro, las cosas se alteran. Pero, aun así, no debemos tener miedo porque muchas veces de esta agitación podemos sacar algo claro.
¿En qué consiste la escucha pedagógica y qué importancia tiene?
Con este concepto me refiero a que no sólo tenemos que escuchar, sino que tenemos que transmitir a la persona que escuchamos, debe tener el convencimiento de que lo que nos está diciendo lo sentimos y nos interesa porque es una información que nosotros necesitamos y queremos tener para poder construir juntos. Dar información a la otra persona que lo que te está diciendo es interesante para ti, con una actitud atenta y receptora, que la persona se sienta comprendida y pueda seguir hablando contigo con toda confianza, que es la base de toda relación educativa. Se trata de construir juntos con confianza. Por eso la escucha pedagógica es aquella que recoge lo que dice y devuelve una idea de interés, de cambio.
¿Qué tiene más prioridad, las directivas del marco normativo o las necesidades de los usuarios?
Si estamos convencidos, y lo estamos, que tenemos que trabajar en un modelo centrado en la persona, implica muchas cosas. Debemos adaptar nuestra normativa, protocolos, costumbres, organización, espacios y horarios a la persona, sino este modelo sería falso. Muchas veces las dinámicas de los equipos o de los servicios, las normativas o el marco institucional chocan con los intereses y las necesidades de las personas, entonces tenemos que adaptarnos, hacer un esfuerzo para que todos estos aspectos no interfieran en la acción socioeducativa. Por ejemplo, yo trabajo en un EAIA (Equipo de Atención a la Infancia y la Adolescencia), nosotros insistimos muchísimo a las familias que los niños deben ir la escuela, creo que es un hecho normal, pero como nuestro horario es de mañana, citamos a los niños a las entrevistas por las mañanas y, por tanto, dejan de ir a clase, es incoherente, es absurdo. ¿Qué estamos haciendo? Estamos hablando de un modelo centrado en la persona, pero centramos la organización con nuestras necesidades. Por eso decía que las decisiones las tenemos que tomar pensando siempre en la persona que atendemos.
Para concluir, ¿se hace todo el trabajo posible? ¿Hay casos sin remedio o es que simplemente a veces no se encuentra la vía necesaria para ayudar a la persona atendida?
Yo pienso que el primer paso es abandonar la idea de caso crónico. A menudo, cronifican nuestra incapacidad, la pereza o la poca capacidad de resolución. Debemos buscar alternativas y tener un punto de subversión para intentar revertir la situación de estas personas. ¿Cuándo se considera un caso crónico? ¿En relación a qué? ¿Quién es el responsable de esta cronificación? ¿Es porque no nos permite ir más allá de los límites institucionales o es porque la persona no quiere mejorar la situación y tiene el convencimiento de que ya está bien y no hay que mejorar? ¿Es porque nosotros no tenemos más herramientas?
Tenemos que ser muy imaginativos, muy valientes e intentar revertir las cosas y poder cambiarlas. No nos podemos quedar con la idea de que no podemos hacer más de lo que hacemos porque genera resignación y a la larga abandono. Debemos luchar contra esta idea, y pensar que siempre podemos hacer más.