21.07.20
El nuevo monográfico de la revista Educación Social no podía ser más oportuno con los tiempos que estamos viviendo. Bajo el título Pequeña infancia y familias: el acompañamiento desde la educación social, este número hace un análisis de las necesidades de este sector de la población que, justamente durante la pandemia, muchos dicen que ha sido olvidado. ¿Podríamos decir que vivimos en un mundo diseñado por los adultos, que somos una sociedad adultizada?
Sí, coincido plenamente en que el mundo en general está organizado desde la perspectiva adulta. Vivimos en sociedades adultocéntricas en las que las necesidades de los niños y adolescentes, pero también las de las personas mayores, se contemplan desde la visión de los adultos. Muchas veces los adultos decidimos desde nuestros parámetros las necesidades que deben tener nuestros niños y adolescentes, y planificamos acciones sin tenerlos realmente en cuenta. Probablemente, en la mayoría de veces, no hay mala intención, pero es evidente que hay que cambiar la mirada y aproximarnos de una manera mucho más abierta, real y sincera a los niños y las niñas.
¿Y qué papel juegan los educadores y educadoras en la atención a la pequeña infancia?
Durante la primera infancia, es decir, durante los primeros tres años de vida, niño y madre (o niño y familia) forman una unidad, es decir, que no se entiende el uno sin el otro. Los educadores y educadoras de centros de atención a la pequeña infancia -espacios familiares, guarderías, centros socioeducativos, espacios de crianza, etc.- tienen como tarea principal acompañar a las familias en el crecimiento de sus hijos/as. Los educadores, en este momento evolutivo, son movilizadores de recursos tanto de la propia familia como del entorno. Son profesionales formados para trabajar con los niños, con estimulación adecuada, juego, rutinas o interacción respetuosa, y con sus familias desde la corresponsabilidad, favoreciendo el vínculo, ayudando a interpretar en comportamiento infantil, promoviendo la relación y el apoyo entre familias o el asesorando en competencias parentales, entre otros aspectos.
En la editorial, se habla sobre la necesidad de establecer unos derechos para la infancia teniéndolos en cuenta. Si todos hemos sido niños y niñas a una etapa de nuestra vida, ¿por qué se hace tan difícil que se respeten sus derechos?
Es verdad que todos hemos sido niños, pero desgraciadamente a menudo se nos olvida. Los niños son ciudadanos que no tienen voto ni poder de decisión y este es un triste y relevante factor por el que a menudo no se les tiene en cuenta. Es necesario dejarlos de ver como objetos de protección y reconocerlos como sujetos de derechos. Hay que estar permanentemente alertas para que se conozcan, respeten y promuevan los derechos de la infancia. Los profesionales de la Acción social, entre otros, los educadores/as y los trabajadores/as sociales, son a menudo garantes que estos derechos se cumplan desde su trabajo cotidiano en las entidades.
En el primer artículo, que precisamente es suyo, habla de las necesidades de la pequeña infancia. Y hace referencia al concepto "los mil días de oro", que pone de relieve, y de manera metafórica, la importancia de una etapa vital como esta. ¿Cómo debe ser el apoyo y acompañamiento que debe recibir una persona en esta etapa de la vida para convertirse en un adulto sano y seguro de sí mismo?
Durante los tres primeros años de vida se establecen las bases que guiarán el futuro de esa persona. Está plenamente demostrado que cuando nacemos tenemos necesidades no solo fisiológicas de alimentación sino también necesidades socioafectivas de protección y estima, que son tanto o más importantes que las anteriores. El bebé necesita vincularse con su madre, o persona que haga la función, con el fin de sentirse protegido y cuidado. Es fundamental que el niño sienta que es importante para alguien, porque de esta manera cogerá seguridad y confianza y podrá abrirse a otras relaciones y la exploración del entorno. Tener al lado adultos equilibrados, tranquilos y serenos que puedan acoger y empatizar con las necesidades del niño con el fin de dar respuesta, es el mejor apoyo que se puede recibir durante estos primeros años.
La adopción es otra de las cuestiones que se tratan en el monográfico. ¿Cuáles son las necesidades de estos niños, especialmente de entre 0 y 3 años, cuando llegan a su nueva familia?
La mayoría de necesidades de los niños adoptados coinciden con las de cualquier otro niño de esta edad. Hemos hablado antes de la importancia de establecer un vínculo seguro que genere seguridad y confianza. En el caso de los niños adoptados que han sido abandonados por sus padres biológicos o que, por el motivo que sea, no pueden crecer con ellos, este vínculo está dañado y habrá restablecerlo con los padres adoptivos, lo que a veces no es fácil. También hay que tener presente que, en las adopciones, se añade la necesidad específica de los niños de conocer sus orígenes y saber integrar de forma adecuada en la construcción de la propia identidad. La familia y los profesionales deben ser sensibles a esta cuestión.
El Trabajo social tiene muchas aplicaciones en la vida, pero, en el caso del artículo que aparece en el monográfico, se hace referencia a su función terapéutica. ¿Cómo puede ayudar el Trabajo social en el contexto de un centro desarrollando y atención precoz (CDIAP) a la hora de ayudar terapéuticamente los niños que asisten?
Los trabajadores y trabajadoras sociales en el CDIAP realizan la tarea fundamental de apoyar a aquellas familias con hijos/as pequeños/as que no disponen de los recursos indispensables para garantizar el bienestar del niño. En coordinación con otros servicios, son los encargados de motivar cambios en la situación de las familias, potenciando tanto los recursos externos como internos que cada familia pueda tener. Asimismo, los trabajadores sociales, junto con profesionales de otras disciplinas, desarrollan una función terapéutica preventiva ayudando a acompañar la función materna en situaciones de vulnerabilidad: trabajan el vínculo, la interacción, la comprensión de las conductas infantiles, el diálogo con el mundo interno del niño, la ayuda mutua entre familias, etc.
En otro de los artículos se comenta el modelo de educación a la pequeña infancia en Finlandia, un país que en los últimos años se ha convertido en referencia mundial en esta materia por los resultados académicos. En el caso de los niños, el sistema finlandés ha hecho una gran inversión para ofrecer una educación de gran calidad dirigida a esta franja de edad. ¿Qué supone esta inversión, que va más allá de lo económico, y qué beneficios reportaría a nuestra sociedad si se aplicara?
Finlandia ya hace muchos años que se toma en serio la educación de los más pequeños. Sólo hay que ver las políticas de apoyo a la infancia y la familia que tienen. ¡Es casi una señal de identidad finés! Esto también se ve en que una de las principales apuestas es la excelente formación que reciben los educadores. Además, esta profesión en Finlandia tiene mucho prestigio y reconocimiento social. La combinación de los dos factores hace que los niños y sus familias estén muy bien atendidos. El modelo finlandés es un modelo centrado en el niño, que trabaja desde la corresponsabilidad entre familia y profesionales, evitando la dependencia y fomentando la autonomía. En Cataluña, mayoritariamente, también se trabaja desde este modelo y no tenemos nada que envidiar en cuanto a la formación de los educadores/as, pero en nuestra casa se echa de menos que los profesionales 0-3 tengan el reconocimiento social que se merecen.
La revista también dedica un artículo al acompañamiento residencial a las familias en contextos de vulnerabilidad, situaciones donde las educadoras y educadores sociales hacen un acompañamiento clave. ¿Cómo es esta tarea y qué beneficios se producen?
La tarea socioeducativa que se desarrolla en residencias para jóvenes embarazadas o con hijos menores de tres años que se encuentran en una situación de vulnerabilidad grave (por problemas de salud mental, violencia de género, etc.) tiene que ver con potenciar sus capacidades, reforzarlas como personas autónomas y responsables, y mejorar sus competencias maternales de tal manera que puedan garantizar un itinerario mejor para ellas y para el bienestar de sus hijos e hijas. Los beneficios tanto para ellas como para sus niños son evidentes y en la línea de promover la igualdad de oportunidades.
Por último, este número también habla sobre la atención a los niños con pluridiscapacidad y sus familias, sobre cómo acompañarlas en esta situación de vida. ¿Cómo es la tarea que se hace desde la Educación social para dar de herramientas a las familias para afrontar esta circunstancia vital?
Cuando nace un niño con una pluridiscapacidad, el proyecto de vida que va asociado a todo nacimiento y, al mismo tiempo, el proyecto de vida de su familia, queda profundamente alterado. La tarea de la educación social se basa en el acompañamiento cercano y respetuoso de cada familia, reconociendo la singularidad de cada caso y dando seguridad y apoyo ante las necesidades que van surgiendo en cada momento del proceso evolutivo. La Educación social debería ser, al mismo tiempo, un altavoz para exigir a los estamentos públicos y políticos las medidas que ayuden a paliar la situación de aislamiento social y vulnerabilidad que sufren muchas de estas familias.