20.01.20
Conversamos con Elena Cortijo, trabajadora de la Fundació Pere Tarrés que se acaba de jubilar. Elena ha dedicado 12 años de su trayectoria profesional al archivo de Personal de la institución y, gracias a sus conocimientos y esfuerzo, ha contribuido a crear un repositorio de documentos accesible y ordenado que contiene todos los expedientes laborales de esta casa. Una tarea poco conocida pero clave para el desarrollo de las tareas de la Fundación.
¿De dónde eres?
Soy del norte de España, de la provincia de Palencia, la gran desconocida. Soy de un pueblecito que tampoco es muy conocido, pero sí lo es el del lado, Aguilar de Campoo, la cuna de todas las galletas del país.
¿Cuánto tiempo llevas trabajando en la Fundación Pere Tarrés?
He trabajado durante 12 años.
¿Qué tareas llevas a cabo en la Fundación?Formo parte del departamento de Personal y dentro de este departamento hay un tema muy importante que es el archivo. Aquí he trabajado desde que mis inicios en la Fundación. Cuando entré no existía y, poco a poco, con la compañera que está conmigo, lo hemos ido creando.
¿Cómo llegaste a trabajar en la Fundación Pere Tarrés?
Tengo una discapacidad y, cuando me la certificaron, me dirigí a la Oficina de Trabajo del Ayuntamiento de L'Hospitalet, que se dedicaba a contratar gente con discapacidades. Ese mismo día me dieron cita para venir aquí y al día siguiente tenía trabajo.
¿Cómo es un día normal en tu trabajo?
Lo cierto es que es bastante rutinario. Me encargo de hacer gestión documental, de registrar todo y tenerlo al día. Debemos atender todas las peticiones que recibimos a través del correo, sobre todo. Mi tarea principal es archivar muchas cosas. Por ejemplo, uno de los documentos de lo que me ocupo, y este es muy sensible, es el Certificado negativo de delitos sexuales. Desde que fue obligatorio, a partir de 2016, me encargué de recibirlos y de introducirlos en el sistema. También recibimos muchos contratos que tenemos que clasificar y, posteriormente, archivar. Durante estos años, he dado mucho apoyo al departamento de Personal con listados de Excel, que sirven para cruzar datos, por ejemplo. Tengo un nivel de Excel bastante avanzado y esto ha ayudado mucho al departamento. En mi trabajo es muy importante mantener el orden y ser muy metódico en la clasificación de los documentos. No se trata de una tarea fácil porque cada día debemos manipular miles de documentos. Es un trabajo muy de hormiguita para que, cuando busques un documento, lo puedas encontrar fácilmente. Aunque haya personas que desconozcan nuestro trabajo, este supone una gran responsabilidad.
¿Qué es lo que se guarda en el archivo de Personal?
El 90% de nuestro archivo es físico y, dentro de muy poco, empezaremos a digitalizarlo. Es el archivo laboral de la institución, así que tenemos los documentos de todos los trabajadores y trabajadoras de la Fundación: contratos, títulos... En definitiva, el expediente laboral de cada persona.
¿Cómo ha evolucionado la Fundación desde que entraste a trabajar hasta ahora?
Sobre todo, en cuanto al número de trabajadores. Desde el 2007, que fue el año que empecé, las personas que se han duplicado. Esto ha doblado nuestro volumen de trabajo y también se ha traducido en el crecimiento del espacio que ocupa el archivo.
¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
De la Fundación me gusta mucho el talante que tiene. Al principio, llegué a cuestionar cuál era el sentido de mi trabajo porque solo ordenaba papeles. No encontraba que esto tuviera trascendencia respecto a la misión de la Fundación, en un sentido más amplio. Sin embargo, en un momento dado, fui consciente de que todo el trabajo que yo desarrollaba servía para que otras personas que sí están sobre el terreno, y ayudan a otros, pudieran llevar a cabo sus tareas. Hacen lo que parece que tú no hagas, como atender a niños, personas mayores, estar cerca de ellos… Entendí que formo parte de un engranaje que ayuda a los demás, aunque mi trabajo esté vinculado al archivo de documentos. Dentro de esta máquina, soy una pieza pequeña pero que también trabaja para alcanzar el mismo objetivo y eso me dio cierta satisfacción interna como persona. Vi que también participo, de alguna manera, en el talante de la Fundación, en esa voluntad de servicio a los demás.
¿Qué es lo que echarás de menos de la Fundación?
A mis compañeros y compañeras porque hemos trabajado juntos durante muchos años. Somos como una hermandad. Creo que es muy importante cultivar las relaciones para trabajar bien, hay más colaboración y la gente se ayuda.
¿Qué planes tienes cuando te jubiles?
Tengo muchos porque ya hacía un montón de cosas antes y ahora quiero hacer muchas más. Aún no sé del todo lo que empezaré, pero tengo muchas ideas y proyectos en mente. Dentro de mi cabeza aún no me ha dado tiempo a hacerme a la idea del tiempo que tendré disponible. En la Fundación he vivido muchos momentos. Llegué que era madre de una jovencita, una jovencita que ahora es una mujer que se ha convertido en madre de dos niñas maravillosas, así que soy abuela. Estas etapas tan bonitas las he podido vivir aquí. Ahora dispondré de más tiempo para poder dedicarme a mis nietas, a mi madre y a la familia en general. Si surge, y todo va bien, quiero empezar a hacer algún voluntariado. Dejaré que todo llegue a su tiempo y que sea cuando tenga que ser. En definitiva, mi objetivo principal a partir de ahora será disfrutar.
Además de Elena, durante 2019 también se jubilaron Francisco Javier Sendra (vigilante), Isabel Martorell (cocinera), Antonia Pascual (trabajadora de la limpieza), Justino Cabello (recepcionista), Mireia Puente (Dirección Pedagógica), Julia del Larrañaga (trabajadora de la limpieza), Raquel García (educadora), María Cristina Jiménez (monitora), Lourdes Segarra (monitora), Dolores Trejo (monitora), Mª Carmen Jiménez (trabajadora de la limpieza), María Gracia Caro (monitora), Francisca Andújar (monitora) i Fuensanta Castro (Administración).