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Entrevista a Àngels Sogas, coordinadora del número 64 de la revista Educació Social

Entrevista a Àngels Sogas, coordinadora del número 64 de la revista Educació Social

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30.03.17

El monográfico se titula Nuevos enfoques para viejas problemáticas en la educación social. ¿Estos nuevos enfoques que se piden son porque la sociedad está cambiando muy rápido y la educación social debe adaptarse o porque la educación social ha estado demasiado tiempo sin renovarse y ahora le toca hacer una actualización?
El abordaje de las problemáticas sociales está determinado por variables de carácter ideológico, social, político y epistemológico, más allá de las recomendaciones del propio conocimiento técnico y científico. El dinamismo social y, en consecuencia, los cambios en estos elementos que ahora se indicaban, además del progreso académico, hace que el enfoque de una determinada cuestión de interés social tenga una validez temporal, termine caducando y sea necesario repensarlo a la luz de los nuevos condicionantes. Por esta razón los temas de carácter social nunca se acaban de cerrar. Primero, porque técnicamente son de gran complejidad y, en sentido estricto, no tienen solución; en segundo lugar, porque la sociedad no siempre los interpreta de la misma forma, por lo que hay un reajuste en la forma en que se analizan y se tratan estas cuestiones.

En la editorial se destaca la necesidad de generar más investigación en el campo socioeducativo. Hay poca actualmente?
Las profesiones socioeducativas y en concreto la educación social, son profesiones que provienen de la acción, del hacer con y para las personas, por lo que tienen un origen poco científico desde el punto de vista clásico de la investigación. Afortunadamente, esto está cambiando mucho y en los últimos años la educación social ha dado un gran paso cualitativo en la dirección de fundamentar sus acciones a partir de la investigación, ya sea básica como aplicada. En este sentido, está cada vez más superado el binomio opuesto de teoría-práctica para ir hacia un binomio integrado de reflexión-acción. El acercamiento entre las estructuras profesionales y la universidad ha contribuido notablemente a aumentar la actitud de investigación y de estudio en la educación social. La evolución ha sido espectacular si consideramos que en 1991 empezaba la diplomatura, en 2009 se convertía en grado y los años siguientes ya tenemos masters específicos del área de educación social e incluso tesis doctorales del área.

El primer artículo se dedica a la parentalidad positiva. ¿Qué es exactamente?
La parentalidad positiva es una línea de trabajo que, de manera resumida, consiste en desarrollar procesos de formación a padres y madres, de manera que tengan más capacidad para favorecer la educación de los hijos e hijas y, especialmente, la gestión de situaciones problemáticas en cualquier etapa de la vida infantil (desde tratar con calma un bebé que llora o que no come, a gestionar un conflicto con adolescentes o facilitar apoyo a los niños cuando tienen que hacer deberes). Aunque esta formación para que los adultos ganen confianza en sus capacidades parentales puede aplicarse a cualquier franja de población, su uso es especialmente relevante con colectivos más vulnerables o en situación de riesgo. Actualmente, hay muchos programas y muchas propuestas de esta naturaleza. Sin entrar a dar datos cuantitativos, podemos afirmar que hay evidencia científica de los efectos positivos en los niños, en los adultos, en las dinámicas familiares y en los resultados escolares.

En el segundo se habla de la importancia de los espacios de resocialización entre cárcel y sociedad. ¿Es muy complicada la vuelta al ritmo de la sociedad una vez se sale de la cárcel? ¿Qué papel juega el educador social en la vida de un ex-preso?
El tema de la institucionalización y de la acomodación del interno a los ritmos de vida de la prisión, con la consecuente dificultad para hacer después una vida ordinaria, es un tema clásico en la criminología y en los estudios sociales. El retorno a una vida normalizada es muy difícil. La persona interna en prisión se ha acostumbrado a un estilo de vida muy regulado, a unas rutinas muy controladas y, además, se ha desconectado de la vida en la comunidad. Durante el regreso, se produce un choque por la dificultad de incorporarse a una sociedad que funciona con parámetros totalmente diferentes a los de la prisión. Debe tomar decisiones constantemente, debe asumir responsabilidades cotidianas que en la cárcel no debe asumir, debe construir vínculos con nuevas personas, debe adaptarse a los cambios ordinarios que en la cárcel no han llegado (por ejemplo, el uso de recursos virtuales), debe superar en algunos casos el posible estigma de la reclusión... hay muchos aspectos que dificultan enormemente el retorno a la vida social. En este sentido, la tarea de la educación social es fundamental como forma de acompañamiento y de orientación a esta persona en el proceso de aumentar sus niveles de autonomía y la capacitación para superar las mil dificultades cotidianas que se encontrará diariamente.

En cuanto a la atención socioeducativa de los menores extranjeros no acompañados, tema del que trata el tercer artículo. Un estudio dice que sólo el 37% de los menores extranjeros cree tener una relación buena / muy buena con su educador social. ¿Quiere decir esto que quizás falta formación específica de los educadores sociales para tratar con estos menores extranjeros no acompañados?
En relación a este tema, hay que tener en cuenta que el perfil de estos adolescentes es muy diferente del de el adolescente en protección que no viene de un proceso migratorio. Hay una dificultad inicial que proviene de las expectativas de estos jóvenes: ellos marchan de su país sintiéndose adultos que van a hacer una nueva vida en otro país, pero cuando llegan aquí se encuentran que son considerados jóvenes menores de edad y, por tanto, sujetos de protección. Además, existe la dificultad de la propia vida en instituciones (las normas, las tareas cotidianas que hay que cumplir, la escuela…), la dificultad de la inserción laboral y también las dificultades de la distancia cultural. Todo esto hace que se trate de un colectivo que no se acaba de ajustar a la naturaleza de los recursos pensados ??para los adolescentes. Todo esto hace que el establecimiento del vínculo entre el joven y el profesional, que es el primer paso en cualquier relación educativa, en estos casos sea más difícil. Posiblemente hay alguna formación específica para trabajar con estos jóvenes, pero el mayor problema es hasta qué punto la política general de tratamiento de estos jóvenes es la adecuada.

El cuarto capítulo es Educación y comunidad: una aproximación al partenariado educativo . ¿Qué es el partenariado?
De manera genérica, el partenariado se puede definir como la colaboración entre organizaciones y personas para alcanzar un objetivo común en el que todas las partes salen beneficiadas. En el caso de la educación, la idea del partenariado hace referencia al trabajo colaborativo entre agentes de forma que se refuerzan entre sí. Implica el reconocimiento del protagonismo de la sociedad civil en estos procesos mediante la incorporación de entidades y agentes. Desde el punto de vista educativo, estas propuestas son el desarrollo de las ideas de trabajo en red dentro del territorio: red, por la forma constructiva, cooperativa e igualitaria de todos los agentes, y territorio por el espacio concreto de influencia, el lugar donde se construyen los vínculos sociales entre personas. Estas formas de colaboración abren también la posibilidad de plantear la colaboración entre las instituciones públicas, las entidades privadas y la sociedad civil en su conjunto. Escola Nova 21 puede ser un ejemplo, pero podemos encontrar muchos más, todos aquellos proyectos de raíz comunitaria que vinculan agentes diversos con el objetivo de abordar una problemática concreta (por ejemplo, el éxito escolar, la erradicación de la pobreza, la incorporación de personas en el mundo laboral, el establecimiento de vínculos positivos de carácter intercultural en un territorio, etc.).

Sobre la victimización secundaria, ¿cómo puede ayudar un educador social a superar las frustraciones que puede generar unas expectativas creadas y que no se cumplen ni durante el juicio ni en la sentencia?
La victimización secundaria, aunque en el artículo está vinculado a situaciones de carácter judicial, podemos encontrarla en muchos otros escenarios. Por ejemplo, la falta de atención a la víctima en algún tipo de agresión como puede ser la violencia de género o el bullying, o el hecho de quedar estigmatizada por aquella situación, es una forma de victimización (en este caso, de doble victimización). También podemos encontrar estos efectos en situaciones de maltrato institucional. La educación social puede contribuir a minimizar este impacto adverso de una determinada acción de varias formas: en primer lugar, estando al lado de la persona victimizada para contribuir a que pueda hacer valer sus derechos, sea visibilizada y tenida en cuenta; en segundo lugar, incidiendo sobre los agentes que potencialmente pueden generar esta victimización; en tercer lugar, estableciendo formas de trabajo que sean lo más respetuosas posible con la persona atendida y que realmente respondan a la idea según la cual la persona está en el centro de la intervención.

Más información sobre el número 64 de la revista Educació Social, aquí.