22.09.20
A raíz de detectar la creciente necesidad de atención al duelo para muchas personas que durante la pandemia han sufrido pérdidas de familiares y amistades, Toni Marcilla, trabajador social y ex alumno de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL, presentó un proyecto al Consell Comarcal del Vallès Occidental que se ha llevado a cabo durante el periodo de confinamiento. Nos lo cuenta en esta entrevista.
¿Qué son los Grupos de Ayuda Mutua al Duelo (GAM) sin despedida y de dónde surge el proyecto?
Nacen de una iniciativa personal a partir de la necesidad de contribuir al apoyo emocional y de un interés mantenido en el tiempo sobre el duelo; elaborando y presentando el proyecto al Consejo Comarcal del Vallès Occidental con el fin de aprovechar el auge de las aplicaciones de comunicación y videollamada y proporcionar un espacio con el fin de compartir la experiencia vital y mejorar el estado emocional de quien lo padece; compartiendo, dando y recibiendo apoyo del propio grupo y socializando las experiencias desde una perspectiva de salud comunitaria. Inicialmente, los GAM se nutren de la derivación de la necesidad detectada a partir del Servicio de Información y Acompañamiento Emocional a la Ciudadanía del Vallès Occidental.
Pero nace también de la responsabilidad social, como ciudadano (ante todo) y profesional social (como aval técnico de conocimientos). Nace de la disconformidad con el orden o las estructuras establecidas. Nace de la necesidad de responder a la carencia y de crear una respuesta eficaz. Y, si estamos de acuerdo en que la responsabilidad social se activa con la disconformidad, su reacción debe ser, necesariamente, nuestra implicación.
Viscarret (2014) ya lo decía: a la hora de resolver un problema, el trabajador social debe activar, fortalecer o funcionalizar las redes sociales existentes, y en el caso de falta de ellas, crearlas.
Creo en una profesión que nos llama a establecer un compromiso con la sociedad a la que pertenecemos; y utilizar esta posición, como profesional y social, esta legitimación de la sociedad, para crear estructuras cuando la exclusión sale del estandarización a que el sistema de servicios sociales da amparo. Este compromiso lleva a una actualización constante, a hacernos preguntas, a estar abiertos a los cambios, a la transformación. Se trata, pues, de colaborar en una planificación de los servicios sociales que, por otra parte, también deben exigir estar alerta; atentos a la fatal posibilidad de caer en una exclusión de la exclusión; vigilantes para no ser cómplices de "algo" que, al no estar contemplado, no puede no ser garantizado.
Cuántas personas han participado y de qué perfiles?
El proyecto estaba pensado para grupos de entre 6-8 miembros, sin contar con los dos dinamizadores (un Trabajador Social del Consell Comarcal y otro, yo mismo, de manera voluntaria). Había que tener presente que el aspecto tecnológico debía ser un aliado y no una dificultad, teniendo presente la prioritaria necesidad de dar espacio suficiente para todos. El grupo original fue muy heterogéneo en género y edades y todos habían sufrido la pérdida de alguien cercano (padres, parejas).
Como se estructuraban las sesiones?
La modalidad utilizada fue telemática, por videollamada, mediante una aplicación. Precisamente éste fue el reto, conseguir un apoyo de grupo cuando las circunstancias imponían no presencialidad, estableciendo una nueva dinámica que nos ofreciera una alternativa viable a la necesidad de vivir el dolor de forma unida e inclusiva, no de manera individual o en silencio.
La duración máxima de cada sesión se estableció en dos horas y la periodicidad fue semanal; concretamente en seis sesiones que se realizaron durante los meses de mayo-junio de 2020 y que se distribuyeron de la siguiente manera: ¿Qué es un GAM? (Información previa) - ¿Qué nos ha pasado? - ¿Qué nos está pasando, como lo vivimos? - ¿Cómo lo estamos gestionando? - ¿Cómo lo podemos transformar? Estrategias (rituales de despedida, auto-cuidado físico, emocional, relacional, mental espiritual) - Más allá del GAM. Despedida. Evaluación. Planes de futuro.
Es verdad que el proyecto nació tarde y la sesión final del primer grupo coincidió con el final del confinamiento, lo que conllevó que aunque el servicio no está cerrado y sigue activo a una posible demanda, se transformaran las necesidades. De hecho, la última sesión nos permitió hacer una despedida presencial como cierre. El proyecto sigue operativo, pero la realidad post confinamiento es otra muy diferente.
Cuál es la mejor manera de acompañar a una persona que ha perdido a un ser querido con motivo del Covid-19 para ayudarla a aceptar la pérdida?
El duelo sin despedida es, posiblemente, uno de los peores tormentos que se pueden añadir al dolor de la pérdida. En los últimos días del que ha sido nuestro familiar, pareja, amigo... no hemos podido acompañarle, ni cuidarle, ni hemos podido despedirle como hubiéramos querido. No hemos podido verle, ni tampoco darle el último beso.
Inmersos en esta situación, muchas veces, desde nuestra intención "ayudadora" acabamos diciendo frases muy torpes, casi desautorizando el dolor del otro; sin querer (estoy seguro) muchas veces ofrecemos fórmulas tópicas que no suelen aportar nada más que la propia tranquilidad ante el desgarro y la angustia de la otra persona.
Es entonces cuando, tal vez, es mejor acompañar en silencio con una buena comunicación no verbal, una mirada, un gesto o algo muy conciso. A veces es mejor la transmisión de empatía más que el discurso "metafísico" de esperanza.
Los Grupos de Ayuda Mutua parten de una idea fundamental: poder acercarnos a la expresión de los sentimientos vividos por cada uno y establecer un vínculo mediante la experiencia compartida. Desde la confianza y el respeto, ofreciendo nuestra experiencia (individual y también profesional) para conseguir la mejora de nuestra situación, los GAM son un buen ejemplo de instrumento de transformación. La expresión de las emociones se convierte en un alivio, proporcionando una escucha activa. Una empatía de calidad con la importancia de poder vivir este proceso, desde la unión del grupo, con una experiencia vital común.
Deberemos aprender también a entender que el sufrimiento, el auto-castigo, la culpa, la falta de permisos no son sinónimos de estima hacia aquel al que se ha perdido. El sentimiento de culpa se debe gestionar y, en mi opinión, no desde la parte oscura de un sacrificio gratuito sino desde la conciencia de entender que se puede honrar a nuestros familiares perdidos, también, desde la alegría. Cuando se habla de la persona que hemos perdido desde el recuerdo agradecido, desde la sonrisa y no desde el nudo en el estómago, se genera esperanza.
El objetivo no es nunca olvidar a nuestro ser querido, sino ser portavoces de cómo hemos vivido con él, como dice el psicólogo clínico y especialista en duelo Patxi Izaguirre.
En momentos de colapso emocional necesitamos alguien externo que nos acompañe y nos ayude a superar traumas?
En las muertes inesperadas que suceden por circunstancias repentinas se produce una especie de nudo constituido de incredulidad, de rabia, mucha rabia en el duelo sin despedida, y de profunda tristeza. Un estado de división entre la emoción y la razón, un "no entendimiento" de la realidad, no comprendemos como la vida sigue adelante cuando nosotros mismos nos sentimos como si estuviéramos fuera de ella. Todo esto necesita de un vaciado adecuado para poder poner palabras a las sensaciones que vivimos.
En el momento de choque y conmoción, en la fase de trauma, cuando nos dan la noticia, sólo se busca el reencuentro con esa persona. Es la necesidad de constatar la realidad. Los sentimientos inundan a la persona y de golpe nos sentimos en otra realidad. La mente empieza a reaccionar como obsesivamente: "Y si hubiera hecho, y si hubiera ido, porque no le dije..." Son el "y si" que inundaron muchas de nuestras primeras sesiones del GAM; un intento desesperado de dar la vuelta a una realidad que, lamentablemente, es irreversible.
Tomar conciencia de lo que ha pasado lleva tiempo, pero es necesario que la angustia y el estrés no se acompañen, también, de profunda tristeza y soledad. El duelo es otra realidad, una nueva realidad. Es una invitación a construir un nuevo sentido a la vida, y en estas circunstancias tener un grupo de apoyo formado por alguien que está en sintonía desde la experiencia traumática vivida es una buena manera de hacerlo: un espacio donde la expresión de las emociones se convierta en un alivio, proporcionando una escucha activa y una empatía de calidad que contribuya a lograr la mejora de nuestra situación.