El tiempo libre educativo contribuye al desarrollo de 7 competencias personales y profesionales clave que mejoran la empleabilidad y pueden reducir las desigualdades sociales. Ésta es la idea central de diversas investigaciones que se llevan a cabo desde la Cátedra de Ocio Educativo y Acción Sociocultural de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés que hoy se ha querido poner en valor coincidiendo con el Día Internacional de la Educación.
Según explica la Doctora Txus Morata, directora de la Cátedra, los aprendizajes generados en las actividades de ocio educativo, además de ayudar a los ninos, niñas y adolescentes a crecer como personas, también facilitan su desarrollo escolar y su futura inserción laboral. Numerosas investigaciones apuntan a que el acceso a la actividad no lectiva tiene correlaciones importantes con el bienestar y el éxito académico de los estudiantes. Así pues, la educación en el tiempo libre se evidencia como un agente educativo clave que contribuye a romper el círculo de la pobreza infantil y a prevenir la exclusión social de ninos, niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad.
En concreto, la participación en actividades de tiempo libre educativo contribuyen al desarrollo de siete competencias educativas básicas:
1. La analítica, que se refuerza con actividades como la elaboración de un presupuesto en un campamento de verano o en una ruta con adolescentes y potencia la lógica, la agilidad mental o la capacidad de resolución de problemas.
2. La comunicativa, que entra en juego con la participación en asambleas o debates y que permite expresar ideas de forma ordenada y clara y mejorar la comunicación en público.
3. La digital, que se potencia a la hora de buscar información en los medios digitales y que permite no sólo el conocimiento de herramientas y plataformas sino también una educación digital responsable o un criterio frente a las fake news.
4. La competencia de aprender a aprender, que a través de actividades en centros cívicos o equipamientos culturales permite aprendizajes como escuchar a los demás o generar curiosidad y una actitud abierta y receptiva.
5. La social y relacional, que permite aprender a respetar la forma de ser de los demás y desarrollar el pensamiento crítico a través de la participación, junto con otros ninos, niñas y jóvenes, en centros de esplai o en actividades extraescolares que implican compartir y negociar.
6. La artística y creativa, que se puede generar en los centros de interés que forman el eje educativo en colonias o casales de verano y que permiten desarrollar el talento pero también conocer y valorar o mejorar la expresión corporal.
7. Y, finalmente, la competencia de liderazgo, relacionada con la responsabilidad, la perseverancia o la capacidad de trabajar en equipo y que se potencia a menudo en las actividades de tiempo libre a través de la realización de proyectos de aprendizaje servicio o de acciones de voluntariado en el barrio.
Desde la Fundación Pere Tarrés se entiende la educación desde una vertiente integral y por eso se pone en valor el ocio educativo como uno de los tres pilares básicos, junto con familias y escuela, que acompañan a los ninos, niñas y jóvenes en su proceso educativo y que deberían garantizarse como aprendizajes universales más allá del nivel adquisitivo de cada familia, con el objetivo de generar una sociedad más inclusiva y favorecer la igualdad de oportunidades.