13.12.21
Se acerca la Navidad, y un año más nos encontramos ante unas festividades deseadas pero con un sabor amargo: nuevamente con la contradicción de necesitar celebrar y compartir con la familia después de un año y medio difícil, pero al mismo tiempo encarando una sexta oleada y ante la incertidumbre de las nuevas variantes de la covid-19, hecho que puede afectar a nuestro equilibrio emocional. La gestión emocional será clave para poder disfrutar de estas fiestas al máximo sin angustiarnos más de la cuenta. Más aún en un contexto en el que, según afirman numerosos estudios, la pandemia ha disparado los problemas de salud mental, especialmente entre los ninos, niñas y jóvenes.
Ante la proximidad de las festividades navideñas, el equipo de expertas en áreas sociales y educativas de la Fundación Pere Tarrés ha elaborado un listado de aprendizajes que podemos extraer de lo que llevamos de emergencia sanitaria y social y que nos pueden ser útiles de cara a próximas crisis. Además, apuntan diversas estrategias y pautas para gestionar emocionalmente este período.
¿Qué hemos aprendido de la pandemia?
Una crisis individual y colectiva como la que aún estamos viviendo nos ha obligado a reordenar nuestros valores y prioridades. Después de un año y medio de vivir situaciones que, en algunos casos, han sido extraordinariamente duras, hemos conocido de cerca nuestras carencias y hemos rescatado todas nuestras fortalezas. En un contexto en el que podemos dejarnos llevar por el pesimismo y el fatalismo, destacar cómo la crisis ha despertado en nosotros habilidades y competencias importantes que nos habían pasado desapercibidas nos puede ayudar a encarar el futuro con una mirada diferente. ¿Qué aprendizajes hemos extraído, pues, de todos estos meses de pandemia que pueden sernos útiles más adelante? Marina Bonache, docente de la Fundación Pere Tarrés y enfermera especialista en salud mental, apunta cinco.
1. Hemos aceptado nuestra vulnerabilidad y se ha visibilizado la salud mental. La incertidumbre de los primeros meses de la crisis, la percepción de inseguridad, el miedo al contagio, el distanciamiento social, la falta de recursos, las desigualdades sociales frente a la misma amenaza, etc; todo ello ha puesto de manifiesto nuestra fragilidad. La visibilización de estas dificultades ha permitido empezar a romper el tabú en torno a los problemas de salud mental.
2. Hemos aprendido que somos resilientes y tenemos recursos. A la vez que ha puesto sobre la mesa nuestra vulnerabilidad, la pandemia también nos ha mostrado nuestra resiliencia al ir superando estos meses de crisis sanitaria y darnos cuenta de que tenemos muchos recursos de autosuficiencia. Algunas personas también han aprendido que tenían una mayor capacidad de aceptar determinadas situaciones (permanecer encerrados durante semanas, no ver a los seres queridos, no poder cambiar de municipio, etc.) que nunca se habrían imaginado por la excepcionalidad de lo que estábamos viviendo .
3. Hemos visto la importancia de dedicar tiempo al autocuidado. La visibilización de la salud mental y de lo esencial que es mantener el equilibrio emocional nos ha llevado también a priorizar el papel del cuidado y el autocuidado. Si no buscamos tiempo para cuidarnos (meditar, mantener ratos de lectura o de ocio, hacer deporte…), no estamos teniendo en cuenta nuestra salud mental.
4. Hemos entendido que es necesario ser más flexibles y cambiar rutinas. Toda crisis implica una ruptura de rutinas, y en estos meses nos hemos visto forzados a cambiar muchas de ellas. La adaptación a la nueva situación ha sido más fácil en aquellos casos en los que hemos podido mantener algunas de estas rutinas, ya que esto nos ha permitido conservar una cierta sensación de seguridad, pero al mismo tiempo hemos aprendido cómo a veces es sano actuar con un cierto grado de flexibilidad y no ser excesivamente rígidos a la hora de planificar nuestro día a día.
5. Se ha puesto de manifiesto la importancia de potenciar los vínculos relacionales. El confinamiento y las restricciones sanitarias para prevenir el coronavirus han disparado el uso de las nuevas tecnologías en el ámbito profesional, de ocio y también relacional. Las nuevas herramientas y recursos tecnológicos han ayudado a acceder a servicios e incluso han actuado como herramienta terapéutica complementaria, pero también hemos visto lo insustituibles que son la presencialidad y el contacto humano.
Como conclusión, nos hemos reencontrado con la capacidad de vivir en el presente. En una crisis, permanecer en el presente significa no quedarnos enrocados en un pasado donde quizás “estábamos bien” (lo que nos genera nostalgia y tristeza), ni aferrarnos a un futuro incierto. Permanecer en el presente significa aceptar nuestras emociones, tomar conciencia de la situación actual y resolver las circunstancias que nos van surgiendo en nuestro día a día. Si nos mantenemos viviendo y conectando con el “ahora y el aquí”, nos estamos permitiendo vivir desde el autocuidado.
Consejos para afrontar la Navidad cuidando la salud mental
Con todo lo aprendido de estos meses, nos toca ahora afrontar un futuro todavía incierto. Hace un año, encarábamos una Navidad del todo atípica con la sacudida emocional que la pandemia había provocado. Ahora, a las puertas de una nueva Navidad y con el covid-19 aún resistiéndose a irse de nuestras vidas, tenemos por delante un nuevo reto provocado por las incertidumbres de la evolución de las nuevas variantes y de cómo nos afectará la sexta ola del virus. La Dra. Elena Requena, de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL y especializada en salud mental y comunitaria, propone algunas estrategias para afrontar las fiestas navideñas.
1. Intentemos evitar los pensamientos negativos y focalicémonos en los positivos. Lo que marca nuestro estado emocional no es tanto lo que nos ocurre, sino cómo lo vivimos. Es más importante cómo interpretamos lo que nos pasa que lo que acontece. Podemos afrontar estas fiestas navideñas anclados en lo que no podrá ser -lo que nos conducirá a sentimientos de enfado, impotencia, rabia o frustración- o bien con una actitud positiva y constructiva de ganas de disfrutar de la Navidad aunque sea de una manera diferente. Hay que evitar los pensamientos negativos y lo podemos conseguir si expresamos nuestras inquietudes y nos focalizamos en lo positivo. Por ejemplo, al final del día, podemos escribir algo agradable que nos haya ocurrido, un ejercicio que podemos compartir en familia. Eso sí, si los sentimientos de angustia y tristeza nos superan y alarman a nuestro entorno, no descartrmos pedir ayuda profesional.
2. Dediquemos tiempo a nosotros mismos y a nuestro disfrute y cuidado personal. Es posible que estas Navidades, ya sea por prudencia, por miedo o por recomendaciones de las autoridades sanitarias, no podamos hacer toda la actividad social que quisiéramos, pero no es tiempo perdido: dediquemos tiempo a nosotros mismos. Puede ser un buen momento para realizar aquellas actividades que nos gustan pero para las que no encontramos todo el tiempo que quisiéramos: leer, mirar películas, jardinería, manualidades, una tarde de juegos de mesa con los niños, etc. Son pequeños placeres que, en ocasiones, descuidamos por obligaciones laborales o domésticas. También pueden ser unos días para aumentar el contacto con la naturaleza, que contribuye tanto al bienestar emocional como físico.
3. Busquemos alternativas si no es posible reunirnos como en otros años. Navidad es sinónimo de reencuentro con familia y amistades. Este año no debe ser diferente, basta con buscar otras opciones para los encuentros. Reserva las comidas y las cenas presenciales para aquellas personas más significativas (siempre respetando las medidas sanitarias vigentes), y para el resto innova con otras opciones: un paseo tranquilo, un chocolate caliente en una terraza, una videoconferencia, etc. Lo importante es evitar el aislamiento social y los sentimientos de frustración y angustia que comporta. No poder celebrar estos días como siempre no significa que no podamos disfrutarlos: la rigidez no es buena compañera de viaje y siempre hay un margen para adaptarse que, por pequeño que sea, nos hace sentir que podemos controlar mínimamente las circunstancias .
4. No olvidemos las tradiciones que tanto nos gustan, pero innovemos! Tendemos a reproducir rutinas, porque los cambios pueden generar ansiedad y nos gusta nuestra zona de confort más de lo que estamos dispuestos a reconocer, pero, como hemos explicado antes, la pandemia ha incorporado irremediablemente la flexibilidad en nuestras vidas. Así que no tiene sentido empeñarnos en replicar exactamente igual la Navidad de años pasados si las circunstancias son distintas. Háblalo con los de casa o con las personas con las que lo celebras para construir juntos como querríais que fuera esta Navidad. Vívelo en clave de oportunidad: amigo invisible a distancia, concurso de villancicos, encuentros virtuales, scape room navideño en casa para los más pequeños, ir a buscar el tió al bosque, etc. Sin olvidarnos de participar en las iniciativas que hay en tu comunidad estos días, como exposiciones al aire libre de pesebres, pesebres vivientes o paseos populares.
5. Reflexionemos sobre nuestro estilo de vida y de consumo. Navidad es probablemente la época del año en la que más fácilmente se cae en un consumismo sin sentido. Tomemos conciencia de que el consumismo no proporciona la felicidad, sino una necesidad de mayor consumismo porque siempre habrá un nuevo producto para comprar. Gran parte del consumo actual no es sostenible ambientalmente, pero tampoco emocionalmente. Demos una vuelta al consumo esta Navidad: ¿realmente es necesario recibir tantos regalos? En el caso de los niños, ¿qué valores estamos transmitiendo si priorizamos la cantidad por encima de la calidad? Podemos regalar juguetes hechos con materiales reciclables, que fomenten la creatividad, que no sean sexistas... Por otra parte, ¿es necesario que los regalos estén envueltos en papeles decorativos? Podemos aprovechar bolsas de cartón o cajas que a menudo acumulamos en casa sin darles ningún uso y decorarlas a nuestro gusto: seguro que gusta más una decoración personalizada que un envoltorio perfecto con un papel que lleva el logotipo de un centro comercial.
En definitiva, es necesario aceptar de forma realista que la covid-19 continuará un tiempo entre nosotros y que está comportando y comportará cambios en nuestros hábitos y costumbres. Pero también debemos tener claro que desde que la pandemia ha llegado a nuestras vidas hemos evolucionado, hemos aprendido y tenemos estrategias para adaptarnos a la situación. Focalizarnos en el pensamiento positivo, centrarnos en lo que podemos controlar y evitar el aislamiento social son algunas de las claves que aumentarán nuestro bienestar emocional y nos permitirán, a pesar de todo, disfrutar de una feliz Navidad.
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