23.09.22
La pandemia de la covid-19, las crisis humanitarias, sociales y económicas desatadas por el conflicto de Ucrania, las secuelas todavía vigentes de la crisis económica de 2008, la emergencia climática, la globalización o la aparición de las tecnologías de la información han sacudido el mundo actual y han generado nuevos retos. ¿Cuáles son los desafíos sociales del siglo XXI? Lo abordan los directores y directoras de máster y posgrados de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - Universidad Ramon Llull (URL).
Los desafíos en la cooperación internacional
"Hay que potenciar la acción conjunta para afrontar los retos globales y las emergencias climáticas, sociales y económicas desde el principio de integridad", asegura Carolina Cañellas, directora del Máster en desarrollo, cooperación y acción comunitaria de la Facultad Pere Tarrés. Cañellas añade que "hay que incluir la perspectiva comunitaria e integral para avanzar hacia un modelo de cooperación que englobe la respuesta humanitaria con el desarrollo y construcción de la paz".
También considera que debemos andar hacia una sociedad global más justa que se base con la corresponsabilidad internacional y un modelo de desarrollo sostenible. Por ello, afirma que la cooperación debe enfocarse y trabajar tanto desde la óptica de los derechos humanos como de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por la ONU en el marco de la agenda de 2030.
Estos son algunos de los retos que persigue responder al máster que dirige. Por eso, incorpora un módulo sobre el sistema de cooperación desde la acción comunitaria, que pone énfasis en los aspectos psicosociales y de participación; a la vez que incluye una perspectiva de género en todas las asignaturas. Otro de los puntos a destacar de estos estudios, según Cañellas, es que ofrece la posibilidad de realizar prácticas tanto en el ámbito internacional como nacional a la vez que brinda la posibilidad de acceder a la bolsa de trabajo de la Facultad Pere Tarrés.
Los cambios en el mundo laboral
Antes de la pandemia de la covid-19, el teletrabajo era prácticamente residual, mientras que ahora es la tónica general en muchas empresas. “La pandemia y los últimos dos años vividos no han hecho más que acelerar una tendencia que ya veníamos observando en las últimas décadas: los ciclos económicos se acortan haciendo que las personas trabajadoras estemos más expuestas que nunca a recibir las consecuencias de estos cambios de ciclo”, expone Dessirée García, directora de la formación de Experto Universitario en intervención en el ámbito de la inserción laboral, de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés – URL.
Ante este nuevo contexto, García subraya que es fundamental que las personas estén preparadas para hacer frente a cualquier posible cambio. “Hay que tener conocimientos y formación que avalen nuestra experiencia, pero sobre todo se vuelven primordial las competencias transversales” matiza.
Entre las competencias que deben tener los trabajadores, García expone que las más valoradas son la capacidad de aprender y trabajar en equipo. Esto debe propiciar que las personas también puedan escoger el trabajo que quieren realizar y no sólo las empresas quienes elijan a sus trabajadores. Por eso, argumenta García, la inserción laboral realiza una tarea fundamental en el acompañamiento de las personas en la búsqueda de empleo mediante la mejora de su empleabilidad y competencias. "La orientación laboral debe ser ejemplificadora, y las personas profesionales deben transmitir y sensibilizar sobre la importancia de lo que exige el mercado de trabajo", asevera la experta.
Acompañar a los niños, adolescentes y jóvenes a través de sus comunidades
Eva Palasi, directora del Máster universitario en modelos y estrategias de acción Social y educativa en la infancia y la adolescencia, asegura que la crisis del Estado del bienestar ha emergido las dificultades para implementar políticas públicas que den respuesta a las problemáticas sociales. “El fenómeno de la globalización o los procesos de individualización, nos muestran algunos de los aspectos que caracterizan a nuestra sociedad y la necesidad, por tanto, de ofrecer respuestas socioeducativas de carácter comunitario a situaciones como la pobreza o la soledad infantil y juvenil, de desprotección de la infancia o la falta de oferta educativa en el marco del ocio y la cultura”, defiende Palasi.
Para poder dar respuesta tanto a niños, adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad como a sus familias, Palasi considera que se requiere un apoyo social para garantizar la igualdad de oportunidades y un desarrollo integral. Todo ello tiene como finalidad fomentar la cohesión social de los distintos territorios. “Por eso, son necesarios profesionales capaces de analizar con criterios técnicos y científicos, la realidad social y personal de los niños y adolescentes y de las familias con las que trabajan, así como de generar proyectos y acciones desde modelos de intervención socioeducativa y de acción comunitaria”, valora Palasi.
En este contexto, indica que las comunidades deben convertirse en espacios que promuevan nuevos modelos sociales y educativos, sensibles a las necesidades de las personas y demandas sociales existentes. “Por tanto, las comunidades se convierten en espacios educativos, orientados a la mejora de las relaciones humanas y donde la socialización es algo compartido por la familia, las instituciones sociales y educativas, y la comunidad. Los distintos agentes son necesarios para la generación de un modelo de desarrollo social y educativo sólido, capaz de reducir las desigualdades sociales y de ofrecer oportunidades a todas las infancias y adolescencias”, argumenta Palasi.
Retos en la atención a la drogodependencia y salud mental
En 2021, cerca del 0,2% de la población catalana recibió algún tipo de tratamiento para superar una adición a una droga, según datos del Institut d'Estadística de Catalunya (Idescat). Alrededor de unas 5.900 recibieron acompañamiento para hacer frente al consumo de alcohol, unas 3.300 el de cocaína, cerca de 2.000 en el cannabis, unas 1.200 en la heroína y unas 500 en el tabaco. A menudo, estas personas provienen de situaciones de vulnerabilidad, por lo que requieren especial atención.
En este contexto, la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés – Universidad Ramon Llull cree que es imprescindible formar a los trabajadores y trabajadoras que atenderán a este colectivo. "Los retos de hoy en día con la atención a la drogodependencia y salud mental sería incidir en campañas de prevención y en un consumo responsable en drogodependencias", expone Gemma González, directora del Máster de prevención e intervención socioeducativa en el ámbito de las drogodependencias.
González considera que esto no es suficiente y también valora que "hay que concienciar y hacer un acercamiento social en enfermedades y cuidado de la salud mental tanto en jóvenes como en población adulta". Además, añade que las redes de atención existentes deben nutrirse con servicios especializados y flexibles. Con ello, se pretende conseguir que aborden el acompañamiento de las personas desde un punto de vista sistémico que resuelva sus problemáticas.
También, valora que deben crearse espacios de formación continua para los profesionales en activo o los que se quieran dedicar a ellos, que deben basarse en estructuras flexibles que cumplan tanto las exigencias como necesidades personales y profesionales. "Hay que potenciar espacios y tiempos para la reflexión y el auto-cuidado, que son tan importantes como la intervención directa en el ámbito", concluye.
La ética profesional
Otro de los grandes retos es cómo deben trabajar las organizaciones o los profesionales vinculados a la acción social en el acompañamiento de los colectivos más vulnerables. En este sentido, Jesús Vilar, director académico del Experto Universitario en ética aplicada a la acción social y psicoeducativa de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL, remarca que las entidades deben tener una figura que vele por su ética.
“La misión y finalidad de las organizaciones, especialmente aquellas que tratan con personas que se encuentran en alguna situación de mayor o menor vulnerabilidad, es el cuidado de estas personas y la promoción de sus derechos fundamentales para la consecución de una vida digna y llena”, explica Vilar. Por eso, argumenta, una buena práctica profesional es “aquella que implementa bien las estrategias técnicas, pero orientadas desde unos principios éticos, unos valores y unas virtudes o formas de hacer que permitan concretar la idea de cuidado, dignidad y promoción de los derechos”.
Por otra parte, Vilar también defiende que en trabajos como el trabajo social o la educación social, la práctica profesional puede poner a los equipos en situaciones de contradicción. Ante este posible contexto, expone que debe generarse una cultura ética dentro de las organizaciones que permita proyectar y reflejar los principios que deben guiar la práctica, así como disponer de estrategias para abordar estas situaciones que generan contradicciones entre los profesionales.
“La cultura ética no puede improvisarse ni depender de las buenas intenciones: es necesario que sea consciente, intencional, explícita, operativizable y evaluable. En consecuencia, se hace imprescindible que en las organizaciones haya personas bien formadas en ética para orientar al conjunto del equipo en una práctica técnicamente correcta y éticamente justa”, sentencia Vilar.
Los nuevos tiempos cambiados e inestables precisan de profesionales capaces de adaptarse a los nuevos contextos y situaciones emergentes. Por eso, es esencial que los educadores sociales y trabajadores sociales tengan formaciones especializadas, que permitan la reflexión, el intercambio y la actualización constante.